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José Luis Escobar escribe acerca de un proyecto que atraerá la atención de los coleccionistas.
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Las áreas administrativas del primer nivel de la galería El Áttico han sido reubicadas para albergar su nueva área: Salón del coleccionista. Desde ayer, con una colectiva, el centro de documentación de este recinto cultural desarrolla su propia agenda de exposiciones.
A diferencia de las actividades que muestran la obra reciente de los artistas, la nueva sala de El Áttico se especializa en piezas de colección. Pero esta línea de trabajo no excluye al público, pues la intención es que se puedan apreciar piezas consideradas únicas, ya sea por su antigüedad, su autor o técnica.
“En Guatemala ya se encuentran muchos libros de Historia del Arte, pero todavía hay lagunas gigantescas. Hay artistas a quienes nadie recuerda y no hay libro que diga quiénes son”, menciona Guillermo Monsanto, uno de los socios de El Áttico. El nuevo proyecto de la galería, indica, se suma al esfuerzo de entidades, tanto públicas como privadas, que se interesan por la documentación del arte en el país. Algunas de ellas albergarán muestras itinerantes, destinadas a la educación.
La nueva agenda de este centro se desarrollará de forma independiente y simultánea a la que maneja la galería. La primera muestra en esta conocida sala se titula La marcha. Se inaugurará el 20 de enero, con obras del artista guatemalteco Lezzueck Asturias, radicado en Alemania.
Arnoldo Ramírez Amaya (1944)
Es junto con Elmar René Rojas, el otro artista vivo de quien se exhiben trabajos en esta muestra. Como dibujante ha destacado desde los años sesenta. Nadie refuta el lugar que ocupa dentro de la historia del arte de Guatemala. Mordaz e irreverente, este autor se convirtió en enfant terrible cuya labor es celebrada tanto por los artistas como por coleccionistas. Los trabajos que se exhiben en la primera exposición de Salón del coleccionista pertenecen a un momento clave dentro de su trayectoria —el inicio de los años setenta— cuando su trabajo además de contestatario se convertía en una voz que desafiaba los cánones convencionales de la época.
Francisco Auyón (1968-2007)
Pintor. Ganador de la Bienal de Arte Paiz. Distinguido entre finales de siglo XX y principios del XXI. Inicialmente destacó como rico colorista dando paso, con el tiempo, a trabajos más monocromáticos en los que un dibujo expresionista tomó protagonismo. Su trágica muerte dio pauta para terminar de entender la esencia dramática de toda su producción final. La obra en exhibición pertenece a uno de sus momentos más lúcidos, precisamente, cuando obtuvo las preseas otorgadas por la Fundación Paiz.
Delfina Luna de Herrera (1827-1912)
Esta artista logró transgredir las barreras del siglo XIX respecto a los límites que la sociedad guatemalteca imponía a la expresión femenina. Además de trabajar eficientemente en su momento, por su obra y presencia quedó en la memoria colectiva, registrada —como pintora de primer orden— hasta nuestros días en compendios como los diccionarios de la Academia de Geografía e Historia, la sala dedicada a su trabajo en la Casa Herrera (adscrita a la Universidad Francisco Marroquín) y varios libros de historia del arte. Entre su producción pública se localizan dos óleos de grandes dimensiones realizados para la iglesia La Merced, de Antigua Guatemala. El autorretrato que se exhibe fue realizado en 1855. Además de permitirnos descubrir sus físico, esta obra de Delfina Luna, se convierte en una cátedra de las modas y usos femeninos de la época.
Magda Eunice Sánchez (1946-2008)
Su muerte tomó por sorpresa a todo el medio cultural. Dibujante, pintora y escultora. Esta artista fue la única figura femenina, de los años sesenta, que se man-tuvo activa hasta su muerte, a mitad de la primera década del siglo XXI. El resto o se retiró, exiló o no siguió en el arte con la constancia y pasión que caracterizó a Magda Eunice.
Los dibujos que se localizaron para la primera exposición en Salón del coleccionista provienen de los representantes de la firma de bolígrafos Lami Guatemala, para quienes la artista desarrolló una campaña publicitaria y cuyos resultados salieron publicados en diversos medios.
Dagoberto Vásquez Castañeda (1922-1999)
Artista visual y teórico de las artes. Gracias a sus aportes fue posible llevar a cabo los murales in situ del Centro Cívico, ya que no existía la tecnología en Gua-temala para hacerlos. Su labor empieza a hacerse visible desde 1938 y finaliza en el año de su deceso, con la obra de grandes dimensiones que se ubica en el vestíbulo del Hotel Intercontinental. Su trabajo se caracterizó por una acuciosa necesidad de síntesis, la cual desarrolló de manera progresiva a lo largo de los años de trabajo. Su presencia dentro del círculo artístico fue tan fuerte que motivó en los años sesenta todo un movimiento informalista para tratar de alejarse de los cánones impuestos por él.
Albert Carrier Bellusse (1824-1887)
Escultor francés discípulo de David d’Angers. Entre sus méritos destaca haber sido director de escultura de la fábrica de Sévres y haber modelado varios bustos de Napoleón III. Sus obras más importantes son el monumento a Masséna, erigido en Niza, en 1868, y Hebe dormida. Hay obra de él en las colecciones del Museo de El Prado, en Madrid, España. Su contacto con los circuitos del arte internacional se dieron por medio de casas contratistas activas en las convocato-rias conocidas como Exposiciones Universales que se dieron en ciudades como Francia, Chicago, Viena, Berlín o Barcelona. De este modo su obra se difundió por toda América y gran parte del mundo occidental. En Guatemala su monumento público más importante es el túmulo funerario a Justo Rufino Barrios, en el Cementerio General. El Virgilio que se exhibe en esta muestra, es una escultura realizada en hierro colado, de cuerpo entero que honra la memoria de este poeta latino.
Elmar René Rojas (1938)
Es un artista con trayectoria internacional. Su trabajo lo representa en más de 50 importantes museos alrededor del mundo y aparece en catálogos de reputadas subastas internacionales. El óleo-pastel que se exhibe en esta colectiva fue vendido en la primera sede de El Áttico, ubicada en la avenida de La Reforma, en 1990, en una exposición cardiaca porque el público invitado a la apertura ya había llegado y muchas de las obras no, en cuenta ésta. El trabajo pertenece a la serie Los torofuego.
José Francisco Tún (1948-1989)
Artista mítico de la pintura nacional, calificado como único dentro del círculo de creadores más destacado de Guatemala. Su simplicidad, la manera anecdótica de plantear situaciones, el encanto de su composición y el manejo del color tan particulares le llevaron a crear una colección en corto lapso. Si hay trabajos que la gente persiga son los de Francisco Tún.
Roberto González Goyri (1924-2007)
Junto con Dagoberto Vásquez y Carlos Mérida, es considerado de los artistas más representativos de la historia de las artes visuales de Guatemala. Pintor y escultor. En la pintura y el dibujo su visión estética y el entendimiento del color, le llevaron a crear obras de armonías y sutilezas particulares. Su composición, tan delicada y respetuosa de los contenidos especiales, denotan a un virtuoso de la línea. Las dos piezas que de él se exhiben, poseen ese perfil que los distin-guió durante su larga y fructífera carrera.
Zipacná de León (1948-2002)
Artista visual, teórico de las artes y coleccionista. Este autor tuvo la cualidad de agrupar, alrededor suyo, a muchos de los artistas más desarrollados de la genera-ción del setenta y posteriormente formó a otros más jóvenes. Sus inquietudes le llevaron a ser cofundador de múltiples e influyentes entidades como la Bienal de Arte Paiz, las Escuelas Regionales de Arte, la Casa de la Estampa Max Vollmberg y por lo menos un museo en la ciudad de Quetzaltenango. Publicó tanto en revis-tas como en libros. Su pintura se caracteriza por un remarcado interés sintético, heredado de los artistas revolucionarios, el cual fue expresado a partir de pocas lí-neas sobre amplias áreas de color. La economía de trazos, el aparente descuido en la aplicación de las mismas y su soltura tan particular, le confirieron un lugar privilegiado que lo distinguió como maestro dentro de la historia del arte guatemalteco.
Carlos Mérida (1891-1984)
Uno de los autores guatemaltecos más conocidos a nivel internacional. Aunque trabajó la mayor parte de su vida en México y viajó constantemente a Europa, siempre se ocupó de mantener vivo el lazo con Guatemala. Ya fuera por las constantes visitas o por los lazos que mantuvo con distintas generaciones de artistas visuales, Mérida se convirtió en una de las más fuertes influencias artísticas de varias generaciones. Su trabajo público en el Centro Cívico y casas particulares, que empezó en 1955, le brindó color y distinción al área. La témpera que de él se exhibe perteneció a algún tipo de ilustración infantil no identificada. Tanto téc-nica como estéticamente, denotan la calidad del autor y su inagotable delicadeza.
Marco Augusto Quiroa (1937-2004)
Artista de la generación del sesenta. Su pensamiento político quedó impreso en incontables artículos en medios de comunicación y revistas diversas. Como pin-tor y dibujante llegó a descollar entre lo más visible de su momento con obra que resaltaba el carácter social que le motivaba. Los dibujos a mano alzada que el ofrece en el Salón del coleccionista son de 1975 y pertenecen a la serie que realizara para su exposición personal en el Instituto Guatemalteco Americano.
Francisco Cabrera (1780-1845)
Es considerado un artista de culto entre los coleccionistas de antigüedades. Fue grabador en la Casa de la Moneda de Guatemala, y un artista activo en los lap-sos colonial e independiente. Como miniaturista retrató a la sociedad guatemalteca y gracias a él es que podemos conocer la fisonomía de muchos personajes ilustres de la historia nacional. Este grabado fue reimpreso, de la placa original, por la Academia de Geografía e Historia en el Taller de Gráfica Experimental. Es por ello que, a pesar de ser una estampa contemporánea, se le considera como un original del siglo XIX. La pieza está avalada por la Academia de Geografía e Historia y por los impresores.
José Nicolás
Este artista nació en España y murió en Guatemala. Su labor pública posee gran mérito. Entre ella se lista la tumba tallada del Hermano Pedro, el monumento a la Madre en la avenida de La Reforma y las esculturas de la iglesia de San Judas Tadeo. Entre sus grandes obras de integración arquitectónica se encuentran varios altares de iglesias del centro de Guatemala. El más destacable por sus dimensiones es el de la iglesia de San Francisco en la 6a. avenida de la zona 1. La mayoría de trabajos los realizó en maderas duras, por lo que este bronce se convierte en una verdadera rareza.
VIGENTE
LA PRIMERA EXHIBICIÓN DEL SALÓN DEL COLECCIONISTA SE INAUGURÓ AYER. EN LA COLECTIVA FIGURAN ARTISTAS POCO CONOCIDOS QUE DESTACARON EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX, ASÍ COMO NOMBRES QUE DESCOLLARON EN EL SIGLO PASADO Y CUYA OBRA CONTINÚA VIGENTE. ESTA MUESTRA CONCLUYE EL 16 DE FEBRERO. GALERÍA Y CENTRO DE DOCUMENTACIÓN EL ÁTTICO. 4A. AVENIDA 15-45, ZONA 14. CONTACTOS: 2368-0853 Y ELATTICO@GMAIL.COM.
T. José Luis Escobar jescobar@sigloxxi.com
F. El Áttico
domingo, 17 de enero de 2010
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