En su más reciente novela, José Saramago entrega su propia versión del Antiguo Testamento, escribe Javier Munguía.
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A pesar de su ateísmo declarado, a José Saramago la figura de Dios no le es indiferente. Por el contrario, a lo largo de su carrera como escritor se ha dedicado a negarla, pero también a reclamarle sus injusticias, a cuestionarla. Prueba de ello es una de sus más ambiciosas y logradas novelas: El Evangelio según Jesucristo (1991), donde el Nobel portugués ofrece una visión del hijo de Dios opuesta a la de su padre, ya que mientras éste exige sacrificio y hace de la muerte su bandera, aquél defiende la vida y la felicidad en la Tierra. En su más reciente novela, Caín, Saramago vuelve a la carga y nos entrega su propia versión del Antiguo Testamento.
El Caín de Saramago, al igual que el bíblico, hace una ofrenda a dios que éste rechaza, mientras que acepta la de su hermano Abel. Caín, celoso, mata a su hermano con una quijada de burro. Cuando Dios le pregunta por Abel, Caín aduce que no es su guardián. Dios reclama a Caín la muerte de su hermano y lo condena al destierro. Si el Caín bíblico acepta su condena, no sin antes quejarse de su vulnerabilidad, ante lo cual Dios lo protege con una señal en su frente, el Caín de esta novela reclama al creador su responsabilidad en la muerte de Abel, que se habría evitado si Dios no hubiera rechazado su ofrenda.
Quien conozca la obra de Saramago no encontrará novedades en esta novela: el narrador es uno en tercera persona que ironiza respecto de su mundo narrado y hace digresiones, aunque éstas se han reducido en este último libro; el diálogo se introduce a través de la mayúscula. Si bien Caín está claramente emparentado con El Evangelio según Jesucristo, ya que ambos proponen una nueva perspectiva de la Biblia, la reciente entrega no tiene ni la ambición ni el volumen de su antecesor. Sin embargo, Caín propone interesantes y razonables cuestionamientos al Dios cruel y autoritario del antiguo testamento.
Para abarcar diversos episodios de esta primera parte de la Biblia, Saramago se vale de un recurso ingenioso: hace viajar a Caín en el tiempo, de modo que pueda ser testigo, si bien no protagonista, de escenas como la destrucción de Sodoma, el fracaso de la Torre de Babel, la construcción del arca de Noé, entre otras.
Un Caín indignado va descubriendo, conforme avanza el libro la arbitrariedad y sed de sangre de un Dios que no considera el suyo. Pero, a diferencia del Cristo de El Evangelio según Jesucristo, que padece en carne propia la sevicia de Dios, en Caín su protagonista funciona, como ya he dicho, sólo como testigo de los hechos, no implicado directamente en ellos, lo cual le resta dramatismo a la novela. En el enojo de Caín resuenan las convicciones de Saramago, de modo que el libro parece ser un pretexto para que el autor luso exponga sus tesis. Además, no termina de ser convincente la justificación de Caín para matar a Abel: más bien parece una estratagema del asesino para evadir, ante los demás y ante sí mismo, su propia responsabilidad.
Estos posibles reparos no le restan interés al libro. Si el lector acepta la no participación de Caín en la mayoría de los sucesos narrados y sus contradicciones, se encontrará con una indagación necesaria en la figura de un Dios concebido desde el poder para concitar la obediencia de sus fieles. Un Dios constituido como medio de control para frenar los excesos y las insubordinaciones. Pero es tal el celo de este Dios que termina por hacer infelices, en el mejor de los casos, y destruyendo, en el peor, a sus sufridos seguidores, que le deben, so pena de castigo ejemplar, pleitesía absoluta.
A pesar de su edad, Saramago nos demuestra con Caín que es capaz de seguir ofreciendo a sus lectores obras atractivas, que buscan llegar a la médula de nuestros conflictos más acuciantes.
*Javier Munguía (Gentario, 2006; y Mascarada, 2007) es escritor y licenciado en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad de Sonora. Publica sus reseñas literarias en libroadicto.blogspot.com.
CAÍN. JOSÉ SARAMAGO. ALFAGUARA. 200 PÁGINAS.
T. Javier Munguía javomunguia@gmail.com
F. Alejandro Azurdia aazurdia@sigloxxi.com
domingo, 24 de enero de 2010
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