domingo, 4 de octubre de 2009

Julio Solórzano Foppa lidera una revolución cultural



Lesly Véliz se entrevista con el cabecilla de las Fiestas de Octubre, festival que llevará este mes mil espectáculos gratuitos a todo el país. Se trata de un organizador, de un artista, en quien converge un alto sentido de justicia y arte.
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Su sangre, guatemalteca; su corazón, mexicano, y su talento, un punto donde ambas culturas convergen. Julio Solórzano Foppa es un hombre polifacético que encierra en sí mismo una fusión de historia, justicia y arte.

La primera faceta es precisamente la que marca su vínculo con Guatemala, pues ser hijo de la escritora y periodista Alaíde Foppa, y del ex presidente Juan José Arévalo, lo convierten en un protagonista más del legado de estas figuras. Aunque nació en México, se siente chapín.

La segunda se enmarca en la lucha que desde hace 10 años sostiene para que surja la verdad en el caso de la desaparición forzada de su madre, ocurrida en 1980. De hecho, es esta misión la que lo trae de vuelta a Guatemala, de donde partió siendo aún niño.

La tercera perspectiva de Solórzano es lo que siempre le ha apasionado, y para lo cual ha vivido siempre, explorando las diversas manifestaciones culturales: unas pinceladas de poesía, un tanto de cantante, largas jornadas de cine y un buen cúmulo de producciones.

Con base en toda esa experiencia enfrenta un nuevo reto: coordinar y promover Fiestas de Octubre, todo un acontecimiento que busca conmemorar la Revolución del 20 de octubre de 1944 por medio del arte.

“La sangre que llevo en mi cuerpo es guatemalteca. Esta es, sin duda, una oportunidad para encontrarme con el país de mi sangre y es fantástico poder hacerlo”, dice Solórzano. Y más fantástico aún ha sido, según el promotor cultural, encontrarse con el entusiasmo de los convocados a la actividad.

Confiesa, sorprendido, que jamás imaginó una respuesta tan desinteresada y proactiva de sus colaboradores, con quienes ya se encuentra dando las últimas puntadas para hacer del festival todo un momento digno de recordar. Esto, claro, con los recursos que, dice, son limitados, pues el Gobierno aún no cumple su parte del trato (lea: ¿Y los fondos?).

Solórzano es la cabeza de un equipo integrado por alrededor de 40 personas, con especialidad en el quehacer artístico. Recibió la invitación para liderar el festejo de la Secretaría de la Paz y el Programa Nacional de Resarcimiento bajo el concepto de una campaña contra las drogas.

El tema no convenció del todo al artista y lo refleja en el entusiasmo con que narra la contrapropuesta que hizo: permitir que florezca todo el talento cultural que se oculta en las urbes y en regiones de poca difusión en el país.

“La riqueza de Guatemala es tan amplia, que limitar el festival a lo que se pensó inicialmente era desaprovechar esa plataforma. Por ejemplo, cuando se empezó a ver el potencial surgió el cine y resulta que hay 90 películas, entre documentales, reportajes y largometrajes que se han hecho en Guatemala. No podíamos perder esa oportunidad”, resalta con un repentino cambio en el tono de voz.

La nueva propuesta debió enmarcarse en una organización no gubernamental a la cual llamó Arte y Cultura para el Desarrollo (Acude). Esa fue otra de las condiciones de Solórzano. Confiesa que el propósito es tener mejor convocatoria y así obtener el apoyo, tanto monetario como en especie, de organismos internacionales y empresas privadas. No lo dice abiertamente, pero deja entrever que también lo hizo en un afán de hacer transparente cada movimiento del festival.

De la trova al ballet
“Tengo una experiencia de 30 años como productor y he sido director del Auditorio Nacional en México”, narra Solórzano a manera de respuesta a mi inquietud de cómo empieza a forjarse en el arte.

“Tengo una formación académica que poco tiene que ver con lo que hago ahora. Tengo una maestría en Historia, canté muchos años, precisamente en el movimiento de la trova, y después combiné el canto con la organización”.

Fue entonces cuando el organizador le ganó al cantante y se dedicó de lleno al auditorio y a producir giras del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández. La producción de discos ha ocupado un papel importante en su vida y, de hecho, cuenta con una producción propia a la que llamó Maderas Latinoamericanas, en 1974. Una serie de versos de la autoría de Alaíde Foppa forman parte de una de las composiciones de ese material.

Haber formado parte del equipo de productores que trabajó con Guillermo Del Toro en la película Cronos también le enorgullece. Se percibe en la forma como relata ese episodio de su vida. Con el mismo orgullo habla de festivales que ha organizado en Europa, México y otros rincones de América Latina. “De repente se da la oportunidad de hacerlo en Guatemala”, apunta.

Sin duda, le apasiona pisar suelo chapín, donde vivió desde los 5 hasta los 10 años de edad, cuando su madre salió exiliada en 1954. Después de esa fecha, su vida ha sido como un péndulo entre México y la nación de sus padres.

A México le agradece el éxito y la felicidad en su vida familiar. Seis hijos dan cuenta de ello, así como las tres ex esposas que han compartido capítulos de su vida. “Ahí nací, crecí y adoro México”, explica, pero inmediatamente después, sin dar lugar a una repregunta, menciona que Guatemala es la parte “mágica” de su mundo.

Revolución en la sangre
Hace 65 años, Juan José Arévalo fue parte de un momento histórico. Su nombre resuena en la historia como uno de los protagonistas de la Revolución del 20 de Octubre. Hoy, el mayor de sus hijos también crea una nueva revolución, pero esta vez, de carácter cultural. Mientras planteo este escenario a Julio Solórzano, una actitud inquieta en él sale a relucir: “Yo no estoy en el terreno de la política; si acaso, soy impulsor de políticas culturales”.

Así como Arévalo dejó una herencia importante al país, Solórzano busca heredar la sostenibilidad del festival. Mejorarlo año con año y promover nuevas tendencias culturales es parte de sus retos. “El festival me ha permitido un acercamiento muy sorprendente con mis raíces” , confiesa, y ello se consolida cuando reconoce que Guatemala es el país de su futuro.

Ya está haciendo planes para quedarse a vivir aquí y continuar explorando más de su yo interior, ese yo mexichapín que une al justiciero que lucha por Alaíde Foppa y no pierde las esperanzas, con el artista y constructor de historias.

OCTUBRE DE GALA
La fiesta arranca el domingo 11 y concluye el 20. Serán alrededor de 3 mil artistas nacionales los que dejarán su huella en la música, la danza, el cine y el teatro, y compartirán con representantes extranjeros de dichas disciplinas.

Se espera que se desarrollen unos mil eventos gratuitos en las 22 cabeceras departamentales del país.

El primer día tendrá un derroche de notas musicales que se desprenderán de las maderas chapinas. En la Plaza de la Constitución habrá un concierto que, según las expectativas de Solórzano, reunirá al menos 50 conjuntos marimbísticos para hacer “el concierto más grande de la historia de la marimba”. El proyecto se trabaja con apoyo de Léster Godínez e implicará que participe, al menos, un grupo de cada departamento. Será transmitido en vivo a todo el país, y ya se está en pláticas con las televisoras para difundirlo a otros países.

Para el lunes 12 está prevista, en Rabinal, una actividad con la colaboración de Caja Lúdica. “Vamos a llevar a cuatro exponentes diferentes de cultura guatemalteca: un grupo de rock indígena que se llama Sobrevivencia; un grupo de teatro del Tablón, Sololá, de nombre Sotzil; un grupo de danza contemporánea de la Universidad Rafael Landívar, Momentum, y un grupo de danza garífuna de Lívingston. La reunión nos dará un festejo de artistas guatemaltecos de distintas manifestaciones. Fiestas de Octubre será el punto de encuentro de los guatemaltecos”.

¿Y LOS FONDOS?
“Fiestas de Octubre está luchando por subsistir antes del parto”, cuenta Julio Solórzano, con evidente molestia, al referirse a la falta de fondos que enfrenta la actividad.

Según dice, la cifra de Q7 millones que supuestamente otorgaría el Gobierno para patrocinar la actividad nunca fue real, sino que el presupuesto acordado fue de Q2.4 millones; Q1 millón en efectivo, y el resto, en apoyos logísticos, contrataciones y otros.

“No hemos comprado boletos de avión para varios artistas, y hemos tenido que empezar a cancelar, o ellos nos han cancelado”, expresa.

Cuando le cuestiono acerca de los argumentos que dan las autoridades oficiales para no desembolsar, su media sonrisa me lo dice todo: no los hay.

“Las fechas límites han pasado varias veces. Con ello sólo se justifica más que el arte y cultura deben quedar de lado, sin importancia”. Y vaya si no le deja inquieta la pregunta. Un breve silencio en la conversación revela su frustración.

EN POCAS PALABRAS
Juan José Arévalo
“Es la figura de la gran dignidad en la política guatemalteca. Para mí es un orgullo ser su hijo, aunque tuve un contacto con él muy tarde en la vida. Me entero de que es mi padre, el 20 de diciembre de 1980, un día después de haber sido secuestrada mi madre”.

Revolución
“Si hablamos de 1944 a 1954, es un legado fantástico, pues no hay otra década en la historia de Guatemala que haya dado tanto como esos dorados años”.

Arte
“Una oportunidad de desarrollo para un país. Si un país no ve potencial en la cultura, está perdido. Es una puerta que se abre”.

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