domingo, 9 de agosto de 2009
Canto enviado desde Xib’alb’a
Eddy Roma sitúa el poemario de Pablo García, Premio de Literaturas Indígenas B’atz’ 2007, como una lectura mística que habla de superar el racionalismo, del desapego a lo material y de la muerte para trascender.
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Con el Canto palabra de una pareja de muertos, el poeta k’iche’ Pablo García compartió el primer lugar del Premio de Literaturas Indígenas B’atz’, convocado en 2007.
Su versión al castellano, traducido por el propio autor, permite acercarnos a un poema que aparte de remitir al mundo indígena contemporáneo de Guatemala, admite lecturas que lo emparentan con el pensamiento de los místicos sufíes de Irán y los rosacruces de Estados Unidos.
“Quizás por enrollar nuestro corazón en el polvo / quizás por usar máscaras perecederas, / comenzamos a dar vueltas y vueltas / vueltas interminables en la hamaca”, escribe Pablo en la introducción al poema.
Los sentidos han formado nudos en nuestros distintos cuerpos, y damos vueltas y vueltas en la hamaca cayendo en Xib’alb’a, el infierno. Debe quedar claro que no se castiga el pecado, sino la trampa en la cual éste nos ha hecho caer.
Como si Pablo hubiera conversado con un perfecto cátaro, nos indica que estamos dormidos, y por lo tanto muertos, intoxicados con el Chirmol de Luna Negra.
Con estas imágenes describe sus efectos: “Usted es la espina de nuestra locura / la espuma de nuestra acidez / la herrumbre de nuestra podredumbre / el peso de nuestra caída infernal”. También se nos proporciona el mapa emocional y espiritual de Xib’alb’a. Vamos de sus siete barrancos y sus siete cuevas a la escuela infernal, llegando a su basurero, su establo, su cementerio y su jardín.
Se debe aclarar que Xib’alb’a no es un sitio de tormento. Es el anverso y reverso de nuestra ilusión cotidiana; es lo que nos amarra y lo que se supone que al despertar también nos desamarra.
Al Señor y a la Señora, divinidades maravillosamente retratadas con dos palabras tan sencillas, honesta y valientemente no se les pide salvación, sino poder consumir el Divino Chirmol de Sol con el fin de alimentarse para continuar su camino solar: “Usted en-ciende la flor de nuestra estrella / con el vivo fuego de la hierba blanca”.
La memoria de lo individual pasa a lo colectivo y se ve poesía en la cooperación, en el retomar paso firme hacia el Divino Silencio: “Os solicitamos una educación solar cooperativa / para encender aún / el fuego de nuestra resurrec-ción”. La vida y la muerte son imágenes que se reflejan una en la otra, pero que en ocasiones ciegan la mirada de los seres físicos.
En el mundo espiritual no existe la división en géneros. Las dos voces que cantan en el poema llegan a ser una sola porque el hombre y la mujer se complementan. Pablo lo sabe y lo cultiva en el poema, dándole la armonía y el ritmo que permiten recordar, por un segundo, el canto coral de la tragedia griega. La pareja de muertos comprende que tienen que desaprender conductas, haciendo a un lado las dudas que siembran los personajes mencionados como el “animal racional” y el “animal preguntón”.
Entonces, se pide que cierren la puerta de la caja del muerto, y por lo tanto que cerremos la boca. ¿Por qué algo tan tajante? “Para bien, / en el magno reposo relativo del Divino Silencio, / germine aún florezca aún e ilumine aún / la perenne vida de nuestros corazones”, escribe Pablo.
Porque es la llave que permite el desarrollo eterno y continuado del todo, la nada, y de esa pareja de muertos que han sido los desencarnados que podrían ser el reflejo de quienes se aferran a situaciones y cosas que se deberían dejar ir.
En este punto, ya despojados de las preocupaciones gratuitas, hacemos algo pequeño o algo grande, como sembrar un grano de maíz o edificar un rascacielos, ya que es nuestra tarea voluntaria y a la vez un hecho completamente efímero.
Como si se tratara de un texto budista o de algún evangelio gnóstico, tres elementos entrecruzan los cantos del poema: la búsqueda de algo que supere el racionalismo, el desprendimiento de la materia por ser ésta una realidad ilusoria, y el bien morir para trascender.
Los versos celebran el despertar del alma, la toma de conciencia y los retos que éstos implican. Estamos, pues, ante un poema de alto contenido filosófico.
CANTO PALABRA DE UNA PAREJA DE MUERTOS, DE PABLO GARCÍA. F&G EDITORES, 2009. 102 PÁGINAS
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