domingo, 23 de agosto de 2009

Asshole*

Johan Bush Walls
Me pareció un muchacho insignificante, intentaba caerle bien a todo mundo, sus comentarios eran insípidos, absurdos y en algún momento llegué a pensar que sus funciones mentales no estaban completas. Se veía perdido. El viaje a las grutas de Lanquín era una cooperación con la Cruz Roja y el ejército gringo, para aprender técnicas de rescate.
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El grupo entró a las cuevas que, en ese entonces, tenían una iluminación tenue, pero que llegaba hasta adentro.

El jefe repartía órdenes y el muchacho, quien apenas hablaba español, corría de aquí para allá, al parecer consideraba útil el entrenamiento, pero sus habilidades y destrezas no llegaban a equipararse con las de un niño de ocho años.

Eran dos grupos, las diferencias saltaban a la vista, los gringos estaban completamente equipados, con cuerdas y arneses; mientras los chapines se amarraban lazos a la cintura e intentaban simular que eran un equipo de primera.

Las luces en la frente y los cascos de la Cruz Roja, encubrían el uniforme de combate y las botas de los norteamericanos.

Los diez gringos, de cualquier manera, no podían competir con los guatemaltecos, quienes se metían como cotuzas dentro de la tierra, arrastrándose, sin importarles el lodo.

En una de esas el chico, con la ansiedad que llevaba y la necesidad de mostrar sus habilidades, intentó pasar a uno de los chapines y lo aventó al río. La corriente lo hizo estrellarse contra las piedras y murió instantáneamente.

Los otros guatemaltecos no podían creerlo, se abalanzaron a rescatar el cuerpo, ante la mirada indolente de los gringos, quienes no hicieron el menor intento por ayudar.
Se sentía la tensión en el grupo, acentuada por la actitud del muchacho que aparentaba calma y actuaba como si nada hubiera pasado.

Me acerqué a tiempo para escuchar el regaño del jefe, quien no ocultaba su hostilidad ante la torpeza del patojo; la conversación se hizo más fuerte; lo que yo lograba traducir, aparte de las maldiciones, era la cólera y la impotencia del tipo, que no entendía semejante ineptitud: Mira W, le dijo, si no fuera por tu padre te mandaba a corte marcial. ¿No entiendes que acabas de matar a un hombre?.

El muchacho apenas bajó la cabeza, seguro de su inmunidad y con desdén dijo algo que se traduciría como: Sólo es un latino.

El incidente no pasó a más, al final de cuentas era tiempo de guerra y mucha gente moría en el área; sin embargo, aquel rostro indiferente nunca se borró de mi memoria.
No me sorprendió, años después, cuando lo vi por televisión incitando a una de las guerras más estúpidas de la historia. Tan estúpida como empujar a un latinito dentro de una caverna.

LAURA INGALLS
*ESTE ES UNO DE LOS CUENTOS INCLUÍDOS CUENTOS PAJEROS (Y OTRAS PAJAS), VOLUMEN 1, DE JOHAN BUSH WATTS (BELICE, 1947). FUE EDITADO ESTE AÑO POR EDITORIAL PAJERA.

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