domingo, 19 de abril de 2009

El realizador de sueños


Juan Carlos Sagastume, atleta amante del deporte extremo, presentará un libro en el que reúne las bitácoras de sus principales competencias internacionales. José Luis Escobar le pregunta sobre sus aventuras en el Océano Atlántico, el Desierto del Sahara y el territorio ártico de Canadá.
Seguir leyendo...


Un sábado que Juan Carlos Sagastume visitaba el Lago de Atitlán decidió darse un chapuzón. Nadó por 15 minutos. Cuando salió del agua se preguntó: “¿Y si mañana atravieso el lago, ida y vuelta?” Y así lo hizo.
Llegó el domingo, y a las 5 a.m. salió de Santa Catarina Palopó, alcanzó las aguas frente a Cerro de Oro, en Santiago Atitlán, para regresar al punto de partida. En total, nadó 5 horas y 45 minutos.
¿Locura? ¿Determinación? Quizá una mezcla de ambas. Juan Carlos es un deportista extremo y a través de los retos que llevan al límite su resistencia física plasma su filosofía de vida: es posible realizar los sueños.
“Se puede aplicar para todo lo que nos queramos proponer. Yo lo descubrí a través de deporte extremo, pero también puede darse en la oficina, en la vida, en una relación, o un proyecto… desde abrir una pequeña tienda, hasta una gran empresa. Se trata de mantener una actitud positiva, de tener fe en nosotros mismos, en que podemos alcanzar cualquier cosa que nos tracemos, sin importar el ámbito”.
En 2005, Sagastume, junto al inglés Andrew Barnett, atravesó el Atlántico, remando a bordo de la embarcación Mayabrit. Inició la aventura del Atlantic Rowing Race el 30 de noviembre y la concluyó el 2 de febrero de 2006. La travesía, de 5,280 km, duró 64 días, 13 horas, y 17 minutos.
La aventura estaba precedida por dos hazañas más. Una de ellas fue el segundo lugar obtenido, en 2004, en la Yukon Arctic Ultra, una carrera de supervivencia 510 km a través del territorio ártico de Yukon, en Canadá.
La otra fue en 2002, en el Marathon des Sables, una carrera de 230 kms realizada en el desierto del Sahara, en Marruecos.
El deportista habla de estas experiencias en el libro Realizador de sueños, una obra que se espera llegue a las librerías a finales de mes (lea Química inmediata).
“Las experiencias en estas competencias las fui escribiendo en pequeños cuadernos, hasta que un día decidí reunirlas en una bitácora digital. La columna vertebral del libro es la travesía marítima, a la que se van agregando, de manera intercalada, las otras vivencias”, indica Juan Carlos, como preámbulo a una charla sobre la próxima publicación.

Realizador de sueños; ¿por qué ese título?
He tenido la suerte de descubrir que el ser humano es capaz de realizar sueños, y para mí eso es importante. No quise ser egoísta y quedarme con el conocimiento de que somos capaces de alcanzar lo que queramos. La principal idea detrás del libro es decirle a la gente que se atreva a soñar, y que se conviertan en realizadores de esos sueños.

El libro se centra en la travesía por el Atlántico; ¿cómo te enteraste de la competencia?
Por medio de Andrew Barnett, a quien conocí en Canadá, un día después de la competencia de Yukon, cuando lo estaban entrevistando, en un bar. Cuando le preguntaron cuál sería su próximo reto él habló de su intención de remar el Atlántico. Yo estaba de espaldas, pero a la distancia suficiente para escuchar, a pesar de que me encontraba platicando aparte, con un grupo.

¿En qué momento acordaron que remarían juntos?
A través de correos electrónicos. Sin cambiar nada, en el libro se reproduce esa comunicación. Fueron como ocho e-mails en un lapso de 15 días.

¿Es cierto que aceptaste el reto sin saber remar?
Yo no sabía remar, incluso no aprendí inmediatamente. Me comprometí en julio de 2004 y me instruí en remo hasta en diciembre. Hice mi entrenamiento en el lago Petén Itzá. Me retrasé porque los primeros meses los dediqué a buscar patrocinio. Al final no encontramos apoyo, y junto a Andrew solicitamos un préstamo a un plazo de cinco años para cubrir los gastos de la travesía.

Si toda tu preparación fue en lago, ¿qué diferencia encontraste al llegar al mar?
Llegué virgen al mar (ríe). El Atlántico fue completamente distinto. En el lago las olas alcanzaban de 50 a 80 cm de altura, pero en el mar llegaban a 10 ó 12 metros.
La embarcación también era diferente; en el lago la podía cargar sin mayor problema. El Mayabrit, con todo el equipo a bordo, pesaba más de 2 mil libras. Era una embarcación fuerte, pero movida sólo por dos pares de remos, cada uno de 3.30 metros. Para no cansarnos al mismo tiempo, rara vez remábamos juntos. Teníamos turnos de dos horas, día y noche.

¿Supo tu compañero que no sabías remar?
Su deporte es el remo; él está muy metido en eso. Aunque sabía de mi falta de experiencia, sí vio que la determinación mental que yo tenía era muy fuerte, y eso hizo que me tuviera confianza.

Cereales, cuscús, aguacates, pastas, peces, café, ron. En tu bitácora prácticamente no hay día en que no hagás mención al menú ¿por qué el esmero?
La comida para mí es más que un requisito biológico. Somos un reflejo de lo que damos a nuestro cuerpo. Comer chucherías es como darle los peores lubricantes o gasolina a nuestro auto. No se trata de comer mucho, sino de comer bien para que el cuerpo responda a la demanda física.

Con la expresión qué clavo, describís el uso del baño. ¿Cómo fue esa primera ida al sanitario en alta mar?
Teníamos dos cubetas grandes. Una se usaba como inodoro, y la otra para el aseo personal. Sentarse sobre una cubeta no es nada del otro mundo. Hasta ahí no había problema. Lo incómodo era tener a otra persona enfrente, preguntándome qué opinaba del clima o del paisaje mientras estaba defecando. Tuve que acostumbrarme.

Cocina, sanitario, remos. ¿Cómo era la vida en el Mayabrit, una embarcación de una tonelada y de 7 metros de largo por 2 metros de ancho?
El bote era una especie de cápsula. Los servicios estaban en la parte de afuera, donde remabas. Un espacio como de 60 por 60 cm era la estufa. La cabina estaba diseñada para una persona, pero durante las tormentas nos refugiábamos los dos. Andrew entraba primero, para quedar cruzados. Nuestras cabezas quedaban opuestas. Cuando había mal clima era como estar adentro de una coctelera; parábamos sangoloteados. Poníamos las bolsas de ropa entre nosotros y cada uno se pegaba a su orilla para seguir los movimientos de la embarcación. En varias ocasiones hubo olas tan fuertes que hacían que todo adentro saliera volando.

Pero también hubo momentos sublimes admirando el mar. ¿Qué fauna avistaste?
Vi ballenas, delfines, tortugas y un tiburón. Todos fueron increíbles. En el caso del tiburón tuve miedo; no lo niego.

¿Fueron atacados por el tiburón?
Andrew llevaba una hora remando cuando me dice “mira, hay un animal nadando detrás de nosotros”. Yo le respondí: “en el Discovery Channel he oído que le dicen tiburón”. Ambos nos matábamos de la risa y hasta tomé unas fotos.
Andrew entró a descansar y cuando tenía media hora en mi turno de remar veo que el tiburón
regresa y siento un golpe fuerte debajo de donde estoy sentado. Me preocupé porque el bote era de madera y de un grosor de 1 cm.
El tiburón se alejó, pero regresó para asestar un segundo golpe e hizo otra perforación. En ese momento le dije a Andrew que se comunicara con el barco más cercano, el cual resultó que estaba como a 4 días de distancia. La respuesta que recibió fue: “No sabemos qué decirles. Llamen de nuevo en dos horas para contarnos qué pasó”. Finalmente el tiburón se alejó. No considero que haya sido una experiencia negativa porque en la competencia fuimos los únicos con una aventura de este tipo.

¿Tuvieron problemas con su equipo y las provisiones?
Con la comida nos fue bastante bien, y aunque tuvimos algunos problemas (descarga de la batería solar y una caña de pescar dañada) nos las ingeniamos para salir. La convivencia por momentos llevaba a la fricción. ¿Te imaginas pasar 24 horas al día con la misma persona y a la cual prácticamente no conocés? Si en una familia es normal que alguien pida su espacio, acá no era posible, porque lo más que nos podíamos alejar uno del otro era una distancia de un metro.

En el libro se refleja tu actitud positiva para afrontar los contratiempos. Tu compañero no siempre compartía tu manera de ver las cosas. ¿Cómo fue lidiar con eso?
Por algunos momentos fue difícil, porque tenía que tratar que su negativismo no me afectara y además, motivarlo para que saliera del agujero por el que estaba pasando.

Aun en las adversidades te esforzás por mantener tu positivismo, ¿de dónde viene esa energía?
De mi abuela materna. Ella fue un buen ejemplo y uno muy positivo. Ella estaba acostumbrada a ver la vida de una forma muy efectiva.

¿Con ella escalaste por primera vez el volcán Tajumulco?
Mi abuela comenzó a subir volcanes cuando tenía 70 años de edad. A los 75 subimos el Tajumulco y dormimos en la cima. Fue una experiencia agradable; yo tenía 15 ó 16 años. Recuerdo que al subir ella paraba, se detenía para apreciar las cosas sencillas de la vida; una flor, un árbol, una nube. La gente ya no repara en la belleza de estas cosas que no cuestan nada. Nadie nos está cobrando por ver un atardecer, ni por admirar los volcanes. Hay gente que gasta, viaja a Guatemala para admirar nuestro cielo, y nosotros, que no nos cuesta un centavo, no lo valoramos.

Hablando de valorar detalles y momentos, ¿cómo fue celebrar Navidad y Año Nuevo en medio del mar?
Me hizo reflexionar bastante en la parte espiritual. Por cuestiones comerciales, en nuestra sociedad se ha perdido el enfoque de estas fiestas. Ese año no tuve que ir a hacer compras, ni procurar quedar bien por compromiso. Simplemente viví la fe que profeso y disfruté de estar en medio de la naturaleza.

En el libro hablás de ampollas en las manos, fractura de costillas y dolores estomacales y musculares. ¿En qué estado físico terminaste la competencia?
La verdad, estaba tan contento que olvidé todas esas situaciones. Llegar a la meta estaba por encima de cualquier dolor físico que pudiera sentir en ese momento.

Después de 64 días y medio remando, ¿cómo fue la sensación de dejar el bote?
Cuando bajé del Mayabrit no podía caminar; mi cuerpo se había acostumbrado a estar en suelo que se movía al vaivén de las olas. A la media hora de estar en tierra tuve que regresar por unas cosas a la embarcación y de nuevo me sentí seguro. Afuera me sentía en un lugar que no era para mí. Me sentía parte del bote.

¿Qué pasó con el Mayabrit? ¿Lo partieron a la mitad?
No (risas). Contratamos una compañía de fletes marítimos para que de Inglaterra la llevara a Canarias (punto de partida) y para que, al terminar la carrera, la llevara a Inglaterra, en donde se reparó de los agujeros que le hizo el tiburón. Luego, se puso en venta.

Próximo reto
El atleta contempla una nueva aventura extrema. “Existe un récord de caminata de 39 días en el Polo Sur. Estamos hablando más o menos de 1,200 metros”.
En Puntarenas, el extremo sur de Chile, hay que tomar una avioneta. Después de 4 horas y media de vuelo uno llega al lugar de partida. “Unas 200 personas han hecho la ruta; pero en solitario, apenas seis”, indica Sagastume, quien se ha trazado alcanzar el Polo Sur en 30 días.
“Existe una temporada anual para la caminata, que es entre noviembre y febrero. Estoy cotizando una empresa que monitoreará mis pasos y que enviará una avioneta para hacer el retorno. No me había decidido por otra gran aventura internacional porque estaba terminando de pagar los compromisos de la travesía del Atlántico”.

Química inmediata
D’buk es la editorial detrás de la publicación de Realizador de sueños. Este es el primer libro biográfico de la casa.
“Juan Carlos buscaba una editorial que entendiera su visión de la vida, supo de nosotros, nos visitó y hubo química inmediata”, señala Otto Wolff, gerente general de D’buk al contar que el libro está escrito en formato de diario y que es muy visual, pues en sus páginas la fotografía juega un papel muy importante. “Tiene un 60% de texto y un 40% de fotografía”. La mayoría de imágenes fueron tomadas por el atleta.
La editorial contrató al escritor Jorge Carro para este proyecto. Él se entrevistó con Sagastume y además usó las notas de su bitácora. La obra se demoró seis meses para su primer tiraje, que se destinará a las actividades pedagógicas de la Dirección General de Educación Física.
El segundo tiraje se colocará en las principales librerías del país. La labor de promoción iniciará a finales de mes. Para mayo se contempla la comercialización de la obra.

EN POCAS PALABRAS
MOTIVADOR
“Después de cruzar remando el mar me empezaron a invitar para dar pláticas. Esta faceta ha resultado muy interesante”, dice de las 107 charlas que ha ofrecido en Centroamérica. “Me gustó descubrir que podía transmitir un mensaje de positivismo a la gente”.

NATURALEZA
“Cuando tengo la oportunidad de viajar, antes de visitar un museo, voy a un acuario, a un zoológico o a un jardín botánico. Me identifico mucho con la naturaleza. No soy partidario de tener animales en cautiverio, por eso no tengo mascotas. Pero sí cuido de un jardín”.

PLACERES
“El vino tinto, el café y el chocolate negro son tres cosas que me encantan”. Para ser perfecto a su paladar, el chocolate debe ser de dimensiones pequeñas y tener una concentración entre el 70 y 72% de cacao.

MÚSICA
Un iPod lo acompañó en el mar. Lo recargaba con energía solar. Le gustan los temas de los años 70, especialmente canciones de Ray Charles, Frank Sinatra y The Carpenters. My Way, de Sinatra, le conmovió hasta las lágrimas durante la travesía.

EMPRESARIO
“En 1970 mis padres iniciaron una empresa de servicios de hotelería y turismo, en la que mi hermana y yo estamos ahora involucrados. Atenderlo es para mí lo principal; el deporte gira alrededor de esto”, dice quien tomó estudios universitarios de hotelería en Suiza.

CITAS
“El principal mensaje del libro es transmitir una actitud positiva. Es una invitación para no enfrascarnos en los comentarios negativos, como esa de que los guatemaltecos somos como los cangrejos”.

Para vivir
“¡Vivir es arriesgar! Me gusta mucho eso pero yo le agregaría que el que no arriesga no gana y el que no gana no vive”.

Complemento
“Tenemos que aprender lo mejor de los dos mundos: lo bueno y lo malo. Es la mejor forma de vivir”.

0 comentarios: