domingo, 26 de abril de 2009

Cuarenta semanas

Michelle Juárez
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—El embarazo es una total y absoluta sumisión, la más cruel y descarada.
—Va de nuevo tu queja interminable.
—Es cierto, olvidando las imágenes románticas del perfil de una mujer preñada que acaricia tiernamente su desproporcionado vientre, con los ojos turnios que rebosan instinto protector, estar embarazada es un suicido solapado, es un acto masoquista de nulidad total. Ya no eres tú, eres lo que contienes, como un dia-grama de Venn, eres un envase lleno en constante acomodo.
—Ahora resulta que eres matemática.
—No te burles. Ya ves, gracias a la naturaleza, tan sabia ella, la “invasión” tiene un final, y no siempre feliz.
—Menina, Menina, deja de decir tonterías, hablas sin pensar.
—Sí, ya sé, estoy embarazada, es la única época socialmente permitida para declararse caprichosa y enajenada sin tapujos. No durará mucho, así que aguanta que me exprese y culpemos al síndrome preparto. Todo está permitido por el bien del bebé.
—Hoy sí tocaste fondo. Creo que no podrías decir algo más estúpido.
—¿Y si fuéramos hormigas reina destinadas a parir cada cinco minutos por el resto de nuestra diminuta existencia? Tener por siempre el culo tan grande ha de ser incómodo.
—No seas irreverente, la capacidad de engendrar una nueva vida es un regalo divino.
—Divino es morir, no engendrar. Como dice papá. Ser tan responsable de la vida de otro humano es impropio, raya en la insolencia. No es justo para nadie, es la expresión máxima del solipsismo humano. “Hay sí, quiero tener un hijo, ya estoy lista para ser madre”. ¿Qué es eso? Nunca se está listo para ser tan egoísta.
—Si no quieres al niño, yo lo adopto, sé que será lindo porque trae buenos genes. Seguro tendrá tus ojos profundos y su boca carnosa, tu cuerpo frágil y sus diminutas orejas.
—Ni lo pienses. Siempre he asumido el control de mis actos, hui de mi madre, le di de comer el canario de la casa a mi gato, me casé y lloré a mi infinita abuela porque tenía que hacerlo, y tendré a este único niño que será mi hijo por la misma razón. Mi reyecito, será el universo, será la vida y todo lo de-más.
—Estás tan segura de que será niño; mejor prepárate, podrías llevarte una sorpresa, ¿y si fuera niña?
— No quiero réplicas mías. Las niñas somos demasiado, no nos merecen. Ya soy injusta e irresponsable prestándome a esto, si fuera niña no soportaría mi culpa. Es niño, él mismo me lo dice por las noches cuando desde dentro con sus movimientos acuosos me arrulla en la oscuridad: Menina, mamita, soy Rodrigo, te amo.
—Qué palabras tan ambiguas y sin sentido viniendo de un oscuro rincón de la nada; tienes razón, es niño. Solamente un niño puede generar esa sensación en ti.
—Si no fuera niño las cosquillas serían diferentes, menos intensas, menos demandantes. Cuando sientas estas cosquillas justo entre los intestinos y el diafrag-ma entenderás lo que significa no tener voluntad para nada más que para perpetuar la existencia del responsable de los extraños movimientos en tu interior.
—Sabes que soy infértil, Rosa por gusto, a menos que me dones tu capullo, nunca sentiré ese cosquilleo. Pásame las galletas, porfa.
—Toma. Te daría mis menudos sin pensarlo querida, como lo haría con cualquier otra parte de mi cuerpo. Excepto, claro, mis manos. No soy nada sin mis manos. Sin ellas no podría escribir ni jugar con tu cabello, o acariciar a mi solecito recién amanecido. Entonces él moriría de tristeza. ¿Qué chiste tienen cuarenta semanas de tortura si al final dejas morir al causante?
—Pues tal vez con el tiempo sea posible; ya ves, los transplantes de órganos cada vez son más sofisticados, si ya puedo tener tu corazón, probablemente en el futuro puedan implantarme tu matriz.
—De hecho estará disponible dentro de cuatro semanas exactas, hablo de mi matriz, no de mi corazón. Así que empieza a indagar. Es toooda tuya, luego del desdoblamiento, no la necesitaré más.
—Quién sabe Menina, es probable que dentro de unos años quieras repetir la experiencia.
—¡No! Tener más de un hijo es el colmo, creo que la angustia me ahogaría. ¿Más té?
—No gracias. Siempre hay una remota posibilidad de que te conviertas en una niña ordinaria y veas la maternidad como lo que es, una experiencia natural y urgente.
—Gracias por el optimismo, pero me siento cómoda así. En cualquier caso, todo está resuelto, ya que tendrás mi matriz, si se me antoja, te aviso y que-das ordinariamente embarazada por mí. Sería divertido, ¿no crees? Al fin de cuentas estaría utilizando lo mío.
—Con todo placer, el único detalle incómodo, como siempre, es el tema masculino. No soy muy escrupulosa pero creo que no te permitiría tener un hijo de mi marido, así que me vería obligada a cogerme al tuyo...

—Meniiina, nenita, deja ya el juego, ¿qué tanto hablas? Le diré a tu madre que al parecer estuviste espiándola otra vez. Pareces poseída cuando hablas como ella.
—Otro ratito papi.
—No hija, es muy tarde, una niña de tu edad ya debería estar durmiendo. Guarda a Rosa, es hora de bañarse.
—Papi, ¿puedo meterme a la tina con este cojín amarrado a la cintura? ¿Ves?, estoy embarazada de mi único hijo y no quiero abortarlo.

*ESTE ES UNO DE LOS RELATOS QUE CONFORMAN TIEMPO PERDIDO, DE MICHELLE JUÁREZ (GUATEMALA 1972). HA SIDO EDITADO POR LA EDITORIAL LIBROS MÍNIMOS, Y PUEDE SER DESCARGADO GRATUITAMENTE DE LIBROS MÍNIMOS.

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