Roberto Quezada | Novelista y traductor
“Salí del país, pero Guatemala no saldrá de mi corazón”, cuenta desde Los Ángeles guatemalteco propietario de una librería a Jaime Barrios
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Roberto Quezada lleva 57 años viviendo en Los Ángeles, pero no ha olvidado sus orígenes. En 1983 fue honrado con el Premio Novela Guatemalteca por su obra Ardillas enjauladas. En 1991 recibió una mención honorífica en el mismo concurso por La Naya. En su larga permanencia en Estados Unidos ha escrito seis novelas y conseguido cuatro títulos universitarios. Roberto abrió una librería y trabaja también como traductor en los tribunales.
“Nací el 10 de agosto de 1928 en la ciudad de Guatemala. Al cumplir 18 me gradué de bachiller en el Instituto Nacional Central para Varones, en don-de estudié con tipazos como Manuel Colom Argueta, Adolfo Mijangos, Efraín Recinos, Rafael Pantoja, Ernesto Ruiz Tejada y otros”.
En 1952, Quezada, junto a su padre y hermanos, obtuvo la residencia estadounidense y radicó en Los Ángeles. “Comencé trabajando con ellos, lavando platos en restaurantes. En 1955 obtuve un empleo como ingeniero calculista (llevaba ya dos años de Ingeniería Mecánica). Al comprobar que la ingeniería no era para mí, a pesar de mi pasión por los números, estudié periodismo y me gradué en el California State University-Los Angeles. Empecé a trabajar como traductor en una compañía especializada en ese campo, tanto que descubrí que se me estaba olvidando el español, por eso regresé al Cal State, donde obtu-ve una maestría en Español”.
Otros títulos publicados por Roberto son: Los potros de recuerdo, Cuando jala la querencia, Por amor a los muchachitos, y El filo de tu locura. Actual-mente está por concluir su séptima novela, aún no titulada.
Le pregunto a este chapín qué significa ser escritor guatemalteco en Los Ángeles. Él contesta: ”Sostener una lucha literaria contra la influencia mexicana. Es tan fuerte la cultura de ese país, que aun en mi Guatemala la gente ya no habla como chapín. Los mexicanismos nos han invadido. Aquí en Los Ángeles, un escritor guatemalteco, y no somos muchos, nada en dos aguas: por un lado está la cultura sajona y por otro la influencia mexicana. Además, guatemalteco o no, la gente cree generalmente que escribir una novela quiere decir una telenovela. ¡Me han preguntado en qué canal se pueden ver mis seis novelas!”.
Pido también a Roberto que me cuente la historia detrás de su librería. ”Mi segunda esposa me sugirió que abriéramos una mueblería en el área del parque MacArthur, en Los Ángeles. Es una zona conocida como la pequeña Centroamérica. Un día, a los seis meses de operaciones, alguien llegó pre-guntando por libros. Por ver qué pasaba compramos una estantería y la poblé con títulos de mi biblioteca personal. Pero la gente buscaba libros en es-pañol. Entonces los compramos y se vendieron como pan caliente. Era 1998. Cerramos la mueblería y nació Librería Hispanoamérica. Contrario a lo que me dijeron, nuestra gente lee. Busca libros de poesía y de superación personal, de metafísica y otros, como el Popol Vuh. Pasamos por una depresión económica que nos hace muy difícil estar a flote, pero ya veremos qué pasa en el resto del año”.
De Guatemala nos dice: “Salí del país pero Guatemala no saldrá de mi corazón. Cuando oigo una marimba tocando El ferrocarril de los Altos me tiem-bla la voz y alguna vez una lágrima se asoma. Extraño a mis amigos, así como caminar a las cinco de la tarde por la Avenida del Hipódromo (en la no-menclatura de mi tiempo) entre las jacarandas y el atardecer en el Templo Minerva. Extraño cosas y situaciones que ahora ya no existen, como una taci-ta de café en el Café El Portal”.
T: Jaime Barrios Carrillo. jbarrios@sigloxxi.com F: Archivo, Siglo 21.
domingo, 7 de febrero de 2010
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