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Quizá Johannes Gutenberg nunca imaginó que con la invención de la imprenta desaparecería el gremio de copistas, monjes escribientes y caligrafistas. Quizá la nueva tecnología nunca se propuso que los libros sean hoy un recuerdo del siglo XXI... Así podría comenzar una nota —nostálgica— que hablara siglos adelante de algo aún común en nuestros días: los libros, físicos desde luego. No tendría que recalcar la imagen que de ellos predomina en el colectivo, si esta no apuntara a evolucionar (lea Rastros de tinta electrónica).
El libro digital ha visto su propia concepción sin la mínima intención perversa contra el soporte tradicional del papel. Más bien, se entiende como una amplificación del propio campo de batalla, el de publicar y velar por la importancia de la palabra escrita.
El libro electrónico aún no termina de eclosionar, ya perfora como larva y se incrusta poco a poco en el interior de la cultura popular.
Hace tan sólo unos meses el mundo se enteraba de los resquemores con que la industria editorial empezaba a percibir el protagonismo de la versión digital del libro, o e-book. Se habló de difusión, de distribución, de derechos de autor, incluso de demandas, plagios y contenidos paupérrimos. Todo, encerrado por los signos gramaticales de la interrogante, mientras la noticia se acompañaba también de la evolución de los libros.
En principio, eso de andar digitalizando textos significaba poca amenaza, un comercio difícil y de nimio interés por parte del público en abandonar el soporte del papel como hábito cómodo de lectura y portabilidad. Tal era el grado de percepción sobre los llamados e-books a mediados de la década del noventa, que las grandes editoriales se daban, unas a otras, solidarias y tranquilizadoras palmaditas en la espalda y frases como “no pasará nada”.
Sin embargo, en ese momento no se imaginaban aún el reciente avance, en alza a finales de la primera década del siglo XXI, de una llamada “era sin papel”. Preside la embestida Google, uno de los titanes de Internet, por medio de su llamado “Proyecto Biblioteca” que contempla desde sus inicios en 2003 la digitalización de millardos de libros existentes, luego colgarlos en la red y difundirlos a todo el mundo por una módica cantidad de dinero. También existe otro precedente: la estrategia de Amazon apro-vechando el gran potencial del formato digital lanzando el Kindle, un dispositivo portátil capaz de almacenar y leer e-books. Ya más reciente, Apple acabó la semana antepasada presentando el Ipad, una tableta digital con múltiples funciones, pero que viene a apuntalar los argumentos con los que distintos medios culturales vaticinan 2010 como el año del libro digital.
El toque de Google
Del fonógrafo al Ipod, del futillo a la Xbox 360 y de los caracteres sobre el papel al formato electrónico. Un día todo cambió para siempre: “Nuestra cultura oficial está lu-chando por forzar a los nuevos medios a hacer la tarea de los viejos”, escribía un teórico y atento Marshall Macluhan en El medio es el mensaje. Por supuesto, nadie espe-ra que el libro digital reemplace de tajo al de papel. Aún vivimos una era de transición, es decir, de dos tecnologías paralelas: la imprenta y el ciberspacio.
En Guatemala, el proceso evolutivo e inevitable del libro está en pañales, en una etapa embrionaria, pero desarrollándose y en busca de sostenibilidad.
Google ha estado interesado en mostrar su humanitario proyecto a la Gremial de Editores de Guatemala en varias conferencias realizadas en Colombia, convocada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina (Cerlalc). Según Gabriel Piloña, director de la Gremial, el gigante informático se ha acercado a Latinoamérica a tientas, tratando de recopilar información para hacerse una idea del panorama editorial, su comercialización y su público.
A puerta cerrada en su sede de Silicon Valley, California, Google ya ha empezado seriamente desde 2007 la etapa de escanear libros de Latinoamerica. Piloña resalta que la gremial ve tal interés como una oportunidad para que la producción editorial de Guatemala figure en el nuevo soporte digital. “Pero depende de las casas de impresión, qué tipo de material quieren digitalizar y cuánto. Claro que la gremial, en conjunto con las editoriales nacionales que se integren al proyecto de Google, velará porque se cumplan a cabalidad los acuerdos legales de ambas partes”.
Con esa preocupación enfocada en la legalidad, el director de la gremial se refiere a un abusivo Google que ha hecho de las suyas, digitalizando a diestra y siniestra cuanto libro se le ha puesto enfrente. Al menos eso sucedía –se quiere pensar– hasta mediados de 2009, cuando tribunales gringos se encargaban de dar resolución al caso de una sonada demanda colectiva contra Google por parte de autores y compañías editoras estadounidenses reclamando la violación de sus derechos titulares.
El gigante de Internet defendió su proyecto como “altruismo puro” y logró varios acuerdos importantes para seguir adelante. Tanto así que la presión obligó a la página books.google.com a acuñar esta frase: “El objetivo de Google es ayudarle a encontrar libros y saber dónde comprarlos o tomarlos prestados, no que los lea en línea de principio a fin. Es como ir a una librería y buscar, pero con el toque de Google”.
¿Qué sucede si uno introduce la palabra “Guatemala”, o “escritor guatemalteco” en el buscador de libros Google? La sorpresa de ver el enorme volumen con que Gua-temala participa del proyecto, es inaudita. Existe un resultado de búsqueda mayor a los 50 mil libros. Aparecen fragmentos, algunas páginas, y una probadita de cómo debe verse la portada de algunas obras. Pero muy pocos libros pueden leerse enteros.
“La industria editorial debe adaptarse a los nuevos circuitos de distribución. Pero debe estar al tanto para no salir perjudicada”, señala Piloña.
¿Perjudicada? Existe el caso reciente de las editoriales chinas por ejemplo. A principios de este año pegaban un grito en el cielo. Google había hecho público, digitalmen-te, enorme cantidad de libros enteros (18 mil) firmados por autores chinos. Contra la pared, la empresa de la gran G se disculpaba abiertamente y ofrecía solucionar la disputa con los escritores chinos mediante negociaciones con la Sociedad de Derechos de Autor de Obras Escritas de China (CWWCS). Las obras chinas forman aún hoy parte integral del buscador de libros.
El papel del libro digital
Google no se encuentra solo en la revolución hacia la era sin papel. A su lado se detecta quizá el mayor desafío del libro electrónico: derrotar la nostalgia que el mundo adquiere ante algo que ha funcionado bien durante siglos.
“¿Por qué los libros se perciben como el último bastión de lo analógico?”, preguntaba Jeff Bezos, creador de la biblioteca de Amazon.com, a mediados de 2007, al pre-sentar el Kindle, el lector más popular de libros digitales. La respuesta a su pregunta conmocionaba, no sólo por el hecho de iniciar así su discurso, sino por la afección que en ella presentaba por el soporte del papel: “Porque los libros son objetos muy sofisticados y sirven tan bien a su propósito que resulta difícil superarlos... ese aprecio íntimo que nos vincula con los libros que se pueden tocar, oler, subrayar, ver cómo sus páginas envejecen y se deterioran en las estanterías de la casa, mientras acompañan, saludan y susurran”.
Pero lo cierto es que los nuevos productos que acompañan al libro digital parecen tratar de ejercer esa necesidad. Crear un vínculo y a la vez un contenido. La pregunta que se hacen todos es si reemplazará al libro tradicional, porque “el libro digital no puede ser pensado únicamente como reflejo de papel escaneado, sino demostrar otros trasfondos como citas hipertextuales y referencias ricas e interesantes”, indicaba la periodista chilena María Teresa Cárdenas en una conferencia que aludía al libro electró-nico y a la era del ciberespacio.
Ante esa posibilidad, el libro digital y los lectores electrónicos hacen sus primeros pinitos. Testimonio de ello lo ofrece la recién concluida Feria del Libro de Frakfurt, Alemania (la más importante reunión de editores a nivel mundial) donde el gran protagonista fue el e-book y la enorme expectativa que carga bajo sus hombros. “En 2018 el libro digital superará en ventas al de papel”, tal fue el vaticinio de la feria de Frankfurt que lleva a Guatemala a estar muy al tanto de lo que sucede.
Para la Feria Internacional del Libro en Guatemla (Filgua) de 2010, Gabriel Piloña adelanta que se coteja la posibilidad de contar con la presencia, en uno de los stands, de los más novedosos soportes de lectura como el de Amazon (kindle), el de Sony (Reader), o el de Apple (Ipad). Además, aunque aún es azaroso decirlo, una visita de la multinacional Google books.
“Guatemala no se quiere quedar atrás”, indica Piloña. Aunque falte demasiado tiempo, el país ya imagina una evolución en los tipos de lector. Uno nacido nativamente en la era digital y otro que migra desde una época distinta, interesado en protagonizar una narrativa con su imaginación.
Pero muchos apuestan a que una de las ventajas del libro digital y sus soportes reside en la infinidad de posibilidades que ofrece al lector, entre ellas la publicación de texto, la edición de novelas, inclusión de audio, su inclusión en las escuelas y los textos didácticos, o la interactividad que se genera entre los lectores, el libro, y múltiples funciones a tan sólo un botón de distancia.
Internados en una era sin papel, la creación literaria considera, además, otro tipo de protagonista, el escritor, pero una especie de escritor también interactivo, tanto en el hecho de poder editar como en la manera de consumir literatura. Ya ha sucedido un precedente de este tipo de interacción, en 1997, cuando el escritor Jhon Updike publicó el primer episodio de Murders makes the magazine para que los lectores le fueran dando forma a la historia con el único requisito que el propio autor daría por concluida la novela en e-book al escribir un capítulo definitivo un mes después. O la expectativa que Stephen King interpretara a la hora de publicar Riding the bullet, el primer libro elec-trónico de comercialización masificada por Internet.
A su paso, el libro electrónico va creando estructuras que lo catapultan a un futuro seguro, de trascendencia. Populares, antes de la completa afirmación del formato elec-trónico, resultan los blogs, con menos de 10 años de existencia, estas bitácoras ya se consideran un género literario alternativo y ya sobrepasa los 26 millones de internautas que escriben blognovelas y bloglibros, que dependiendo de su popularidad toman la forma de un libro digital, en este caso, llamado Blooker y que puede ser leído por cual-quier sistema de lectura digital.
Todo está en posibilidad y encaminado por la imaginación. Como comentaba perspicaz el fallecido recientemente Tomás Eloy Martínez en uno de sus artículos periodísti-cos: “La literatura es como el agua: avanzará contra los diques del mercado, se deslizará en Internet, en papeles sueltos, en soportes todavía no imaginados. Y si es verdadera, prevalecerá, como sucede con todas las obras de la humanidad”.
RASTROS DE TINTA ELECTRÓNICA
El primer antecedente del libro electrónico se puede entender más como una intención, se remite a 1971, cuando Michael Hart, propone digitalizar la biblioteca de la universi-dad de Illinois, en Chicago, como parte del Proyecto Gutenberg.
El primer libro electrónico publicado con fines comerciales fue un diccionario, el de la editorial Random House, en 1981.
En 1991 el discman de Sony ya permite leer libros en CD-Rom en una pantalla 8 cm.
-En 1998 son lanzados dos de los primeros lectores de libros electrónicos: el Rocket (cohete) y el Softbook (libro blando). Surgen también los primeros sitios en Internet que venden libros electrónicos, como eReader y Heredas y se unifica el formato estándar del libro digital, plataformas html y xml en la primera Feria del Libro Electrónico (Gaithersburg, EE. UU. 1998).
En 2001 arranca el primer distribuidor de libros electrónicos en español todoebook.
En 2002 las editoriales Random House y Harper Collins comienzan a vender en Internet versiones electrónicas de sus títulos.
Google Books nació en diciembre de 2003, su objetivo era incluir información sobre libros impresos y búsquedas avanzadas de obras literarias.
En 2004 se crea la tinta electrónica, tecnología que permite crear un “efecto papel”, debido a su gran contraste (blanco y negro) y que no necesita, a diferencia de la pantalla de un ordenador, iluminación propia, por lo que tiene un consumo de energía muy bajo.
En 2006, Sony lanza el Reader, con pantalla táctil. También sale ese año el lector iLiad y el Papyre 6.1. Un año después Amazon hace lo propio con su primer lector, el Kind-le, cuya segunda versión, el Kindle 2, comienza a distribuirse en febrero de 2009 y permite descargar volúmenes de la tienda en línea de Amazon (más de 230 mil títulos).
La cadena de librerías Barnes & Noble presentó en 2009 un aparato llamado Nook, de pantalla táctil que permite a los usuarios prestarse libros. El catálogo: más de un millón de títulos.
-En 2010, Apple saca a la venta su última creación, el Ipad. Google anuncia el desarrollo de su propia tablet PC para competir en el formato digital del libro. LG Display introduce la pantalla electrónica flexible más fina y de mayor tamaño desarrollada hasta el momento (de 19 pulgadas y 0,3 milímetros de grosor) llamada a ser el “futuro de la lectura electrónica”.
Se anuncia también este año la difusión en formato digital de distintos diarios importantes como News Corp, Sky News y New York Post.
Fuentes: 20minutos.es y docs.google.com
T. Oswaldo J. Hernández ohernandez@sigloxxi.com
I. Alejandro Azurdia aazurdia@sigloxxi.com
1 comentarios:
Miraba CNN y hablaban del mismo tema. Felicidades por manterner la revista al tanto. De acuerdo con el comentario de miss trudy la semana pasada. Hector Soberanis.
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