domingo, 31 de enero de 2010

Orquídeas, detrás de su belleza

La pérdida de los bosques, más que el cambio climático, es la preocupación de los amantes de las orquídeas, escribe José Luis Escobar.
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“Frágil, no tocar”, “Son plantas de verdad, por favor no tocar”. En algunos centros comerciales se leen advertencias de este tipo en quioscos dedicados a la venta de orquídeas y plantas ornamentales. Su intención es clara: alejar a los curiosos que buscan comprobar si lo que ven son orquídeas naturales o plásticas.

Con los problemas que afronta la flora nacional, la curiosidad debe apuntar a otro tema: ¿han sido cultivadas en un ambiente controlado, o son producto de la de-predación? Y lo que inquieta a los amantes de las orquídeas —sin necesidad de un letrero que los alerte— gira en torno a la conservación de los frágiles ecosistemas que sostienen a estas plantas.

Cambio climático, pérdida de los bosques, creación de un inventario nacional de orquídeas, explotación legal y sostenible, y depredación, son los retos que se encuen-tran detrás de la belleza de cada orquídea.

Cambios
“Muy hermoso tu Cymbidium, Horacio”, escribe Magda. Ambos son de continentes distintos, pero miembros de un grupo en línea argentino que reúne a amantes de las orquídeas. “También a mí me florecieron sólo dos, a pesar de que a los Cymbidium les agrada el frío. Los cambios climáticos que hubo durante el año evidentemente los han afectado, y han florecido los más fuertes. Yo aún tengo esperanza de que uno que floreció el año pasado, en octubre, pueda formar algún brote floral”. Y así, la red está plagada de comentarios similares: foros, grupos, portales, noticias, blogs.

“Este año todas las especies de orquídeas van retrasadas en su floración. También el otoño ha sido más largo y con buenas temperaturas; el invierno es muy frío en la zona de Madrid, y por tanto se retrasa la floración y reproducción de estas plantas. ¿Es esto el cambio climático? No creo, pues yo con la edad que tengo lo he vivido otras veces. No niego el cambio climático, pero que no nos quieran vender algo que no es culpa nuestra. Nos llevan por donde quieren: cambio climático, especulación”, comen-ta la usuaria de otro foro dedicado a las orquídeas.

El debate, por igual entre profesionales y aficionados, recoge tantas aristas y opiniones como las 30 mil especies de orquídeas que se estima hay en el planeta. En ese intercambio de información resalta que entre 2005 y principios de 2007 brotó una alarma ante los mínimos cambios en sus plantas; todo parecía ser una paranoia. Algunos se asombraron por un inusual período de floración; otros se angustiaron por el retraso de los brotes.

En la Internet se plantaron varias notas –muchas respaldadas por algún centro o autoridad en la materia–, que vaticinaban la alteración de los ecosistemas, y por ende, un giro en la vida de las orquídeas; pero no necesariamente relacionado con la extinción, pues el aumento en el clima global ha propiciado que crezcan donde antes el frío se los impedía.

En contraste, en fechas más recientes los resultados de los buscadores de la red muestran en su mayoría a visitantes aclimatados a los cambios. El tambaleante clima primaveral de Guatemala también resiente esos cambios.

“Últimamente el frío se ha hecho más intenso. Hay miles de plantas que se han quemado. Los veranos también son más fuertes; obviamente provocan sequías y la muerte de algunas. Sí hay un impacto”, acota el botánico Fredy Archila, de la Estación Experimental de Cobán.

“Hay alteraciones en los períodos de floración. La especie de la Monja Blanca (de la cual prácticamente no quedan ejemplares silvestres) regularmente lo hacía en febrero; ahora vemos que sucede en marzo y abril. El peligro radica en que cuando las semillas estén listas, las condiciones del bosque no sean las adecuadas, o que los polinizadores no las visiten”.

Fredy habla de las condiciones idóneas para las pocas especies silvestres, no sólo del tipo de nuestra flor nacional. Su preocupación se centra en las que quedan en los bosques —el 60% de las casi 700 especies nacionales conocidas, dice, vive en las Verapaces—, el resto, en ecosistemas que van desde bosques del altiplano, pasando por la costa y al nororiente del país.

La inquietud del botánico es porque los ejemplares (depredados) se venden en las orillas de las carreteras o en ciudades de Antigua Guatemala y Cobán. Las ocho estaciones regionales del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) y su puñado de empleados son insuficientes para cubrir el país, mientras las fuerzas de seguridad priorizan otro tipo de tráfico ilícito. Las disposiciones de la Ley de Áreas Protegidas (Decreto 4-89) no se acatan a cabalidad.

Preocupación
Bernd Martin es el presidente de la Asociación Nacional de Orquideología, entidad fundada en los años 70. También se dedica al comercio de plantas ornamentales. A diferencia de las condiciones que la naturaleza requiere, él, como muchos otros productores, trabaja con plantas híbridas. Las especies nacionales, dice, son muy cotizadas para lograr estos cultivos controlados.

Una de las razones por las que se recurre a los híbridos es para evitar conflictos con la ley, pues en Guatemala está prohibida la recolección de estas plantas, así como su comercio. La comunidad científica y las instituciones con fines de preservación tienen ciertas consideraciones (siempre que presenten plan de estudio ante el Conap).

La norma no aplica para las orquídeas cultivadas por manipulación por el hombre (las que usualmente ve en los quioscos, con todo y letrerito), pero la Comisión también regula su comercio, y para estas especies hay normas y formularios internacionales (aceptados por Guatemala) conocidos como Cites, siglas para The Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, www.cites.org).

Martin retoma el desgaste del manto silvestre: “Antes se encontraban con más facilidad en los bosques. Pero las masas boscosas primarias prácticamente han desaparecido. Antes, en la boca costa se apreciaban franjas vegetales a lo largo de los ríos; hoy, todo lo que se ve son cultivos de caña. En Alta Verapaz se han sembrado pinos, que no permiten el crecimiento de otra cosa que no sea ese árbol. En la Asociación hemos visto desaparecer varias especies”.

Aunque reconoce que los cambios del clima inciden, su principal preocupación —como la de Archila— es la desaparición del bosque: avance de la frontera agrícola, ex-plotación no sostenible con fines comerciales, y el uso de los árboles como material de combustión. Todo contribuye a la desaparición de las orquídeas.

Al hablar de esta realidad en la unidad de Vida Silvestre del Conap, saltan datos como las 73 mil 148 hectáreas que anualmente Guatemala pierde de sus bosques, por causas relacionadas con la actividad del hombre (Perfil Ambiental de Guatemala 2006. IARNA-URL, perfilambiental.org.gt/2006).

O parte del contenido del Segundo Informe Nacional sobre el estado de los Recursos Fitogenéticos de Guatemala (publicado en 2008 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO; y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación) que indica que —según el Herbario BIGU de la Escuela de Biología de la Universidad de San Carlos— que en el país hay 384 familias, con 2,324 géneros y 9,994 especies. De ellas, se considera que 823 especies son endémicas nacionales y/o regionales, y que 1,105 están en la lista roja nacional (la cual se puede descargar de www.conap.gob.gt), como amenazadas y/o en peligro de extinción y 166 están en el apéndice de Cites que a escala mundial pondera a las especies, de acuerdo con el peligro que representa el comercio ilícito.

El aporte de los investigadores Michael y Margaret Dix cierra el cúmulo de datos que preocupan a los orquideólogos. Los Dix reportaban para 2006 un total de 770 especies de orquídeas documentadas; la familia Orchidaceae representa el 10% de la flora vascular del país, la mayor riqueza de epífitas (plantas que crecen sobre troncos y ramas de árboles).

“Las orquídeas están severamente amenazadas y solamente el 33% de las especies endémicas se encuentra bajo alguna protección in situ. Las brome-lias, con 17 géneros y 148 especies, representan aproximadamente el 2% de las especies de flora vascular”, puntualizaban en 2006 los investigadores.

Pero no todo el panorama es desolador. Aunque pocos, hay proyectos de investigación, sitios para conservación y áreas protegidas. El potencial comercial de las orquí-deas también robustece las normas legales, y la pasión de los aficionados a cultivarlas mantiene vivo el interés por preservar a estas plantas.

EN PELIGRO
La familia completa de las Orchidaceae está incluida en los apéndices de Cites (listas de especies en peligro debido a su comercio ilícito) establecidos en 1975. Varias especies figuran en el apéndice I, es decir, en máximo riesgo de extinción.

Las orquídeas en esta lista requieren permisos especiales y no pueden ser vendidas en el mercado. Sin embargo se ha acordado que sí se puede manejar plantitas en bo-tellas estériles y que han sido propagadas artificialmente.

La mayoría de las orquídeas se encuentra en el apéndice II, porque están relacionadas con otras preocupaciones de conservación y pueden ser intercambiadas porque esto no significa un peligro para su sobrevivencia.

El Comité de Plantas de CITES recientemente ha revisado las listas para desregular varias especies que ya se ha comprobado que no están en peligro de extinción. Los países suscritos a CITES (entre ellos Guatemala) también buscan métodos alternativos para la conservación de las orquídeas.

En el Apéndice I se encuentran las especies de Guatemala: Cattleya ski-nneri y Lycaste skinneri alba (Monja Blanca). Todas las demás especies de la familia Orchidaceae están incluidas en el Apéndice II (especies amenazadas en la naturaleza).

La flora de Guatemala es particularmente rica en orquídeas, con aproximadamente 800 especies. Más de 70% son epifitas, es decir que viven sobre árboles de bosques viejos (pueden pasar de 15 a 25 años hasta que se establece una población de epifitas). Los árboles preferidos por las orquídeas tienen en general un crecimiento más lento que los pinos que se siembran en bosques artificiales. La corteza debe ser favorable para el desarrollo del hongo mycorrhiza, esencial para la geminación de las finas semillas de las orquídeas.

La deforestación acelerada por el consumo de leña, la conversión de la tierra para la agricultura y la ganadería, además de la exportación de maderas finas, han diezmado en forma alarmante el hábitat natural. Las reforestaciones con pinos o eucaliptos no albergen orquídeas, por las resinas nocivas en su corteza.

Las autoridades que emiten las licencias para la tala de bosque actúan independientes de la autoridad que debe velar por la conservación de la flora y fauna silvestre. Tampoco existe un sistema efectivo para evitar la depredación de epifitas, tanto en bosques comunes como en fincas privadas. Varias iniciativas se han presentado para el rescate de orquídeas en áreas de tala, pero ninguna está funcionando, por diversas razones. La legislación del Conap es contraprodu-cente para la actividad de conservación ex situ.

Se estima que varias orquídeas ya están en vías de extinción, entre ella la flor nacional, Lycaste skinneri variedad alba. La lista roja del Conap abarca muchas especies, pero no se puede declarar con una veracidad aceptable, porque hace falta un inventario científico de las poblaciones y especies de orquídeas en todo el país.

Debido a la falta de estudios y datos fehacientes del grado de amenaza y de erosión que sufren las poblaciones silvestres, la prioridad de conservación de las especies se basa en la observación de abundancia en su hábitat natural, el grado de degradación o amenaza de los mismos y la frecuencia con que se observan ejemplares de origen silvestre en el mercado.

OASIS
La belleza de 700 orquídeas opacará por algunos días el panorama adverso que afrontan estas plantas. La exposición Maravillas del mundo reúne diferentes especies cultivadas en el país. Del 4 al 7 de febrero, de 9 a.m. a 6 p.m. 3a. avenida Norte final 17-16, interior finca El Zapote, zona 2. La admisión es de Q20. La agenda de actividades contempla, el sába-do 6, la participación de cinco expertos. Más información: Asociación Guatemalteca de Orquideologia, 5205-5930.

T. José Luis Escobar jescobar@sigloxxi.com F. Cecilia Cobar ccobar@sigloxxi.com

1 comentarios:

Anónimo dijo...

LA REVISTA PDF NO ES LA QUE APARECE EN EL LINK, DEBEN DE REVISARLA