Julio Roberto Prado
noticiasparadios.blogspot.com
El tiempo nace en Greenwich
Llego al café. Falta un minuto para las cinco y él ya está allí. Viste un elegante traje de dos piezas, corbata roja y camisa impecablemente blanca. El rostro se le ruboriza por el calor.
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Me invita a sentarme y ordena algo para mí: otra taza de té, justo igual que la suya. Me presento y él también lo hace. A simple vista parece un tipo normal. Pero cuando uno lo examina con detenimiento, parece el dueño de un castillo lleno de armaduras y perros de caza.
Habla perfectamente el español, aunque su idioma natal es el inglés. Me cuenta que nació en Greenwich, Inglaterra, justo a la hora cero. Su infancia se fue perdiendo entre las calles empedradas del entonces pequeño pueblo a las orillas del Támesis. Pescó en el río, jugó a las canicas... un niño como los otros, pero creció e hizo vida de nómada: “Nunca permanecer en un sitio más de lo debido, esa es mi primera regla”, dice examinando mi grabadora con sus ojos profundamente azules.
El mesero llega con la taza de té. Enciendo la grabadora. Un viento fresco nos alivia del calor que dejó el mediodía. Anochece en Guatemala, y yo me entrevisto con el Tiempo.
Para mí todos son iguales
—Me alegra que haya podido concederme esta entrevista, digo de entrada para fijar un término de cortesía.
—Al contrario, me parece una magnífica oportunidad para explicarle a la gente mi trabajo.
—Bien, hablemos de su situación: es usted un personaje relevante en la historia de la humanidad. No hay ciudad que no haya erigido algún edificio a su nombre. En Guatemala hay dos monumentos importantes: el Reloj de Flores y la Plaza del Milenio; también hay un Bar al que me gustaría invitarle a una cerveza, claro, si tiene tiempo.
—¿Se siente usted bien recibido en Guatemala?
—Me tratan bien, es cierto. Sin embargo, creo que no aprecian la exactitud que ofrezco. Por ejemplo, me intriga esto de “la hora chapina”. Es un término confuso, de incertidumbre. Esa dualidad es incompatible, sin embargo, para ustedes, existe.
—Claro, aunque en Navidad la cosa es distinta: se celebra a las doce en punto. No hay hora chapina en ese caso.
Veo que el tema de la hora chapina incomoda al mismo Tiempo. Mejor cambio de tema y le hablo de arte. Le cuento que, por ejemplo, en la música hay una infinidad de obras que le han dedicado. Precisamente camino al café escuchaba a Pink Floyd tocando Time.
—Creo conocer a ese grupo. ¿Es música del pueblo, no?
—No se considera así en Guatemala. A Roger Waters, el compositor, se le concedió un título de nobleza en su país, ¿está enterado de ello?, pregunto ingenuamente.
—Sí, pero no le pongo demasiada atención. El Tiempo es igual para nobles y plebeyos. Ricos y pobres son lo mismo. Todos tendrán un tiempo nada más. Donde deberán ser felices, haciendo lo que puedan.
Su respuesta me hace pensar en mi amiga Genoveva. Cada Navidad dice que será su última. A ella se le acaba el tiempo constantemente. Recordarla me lleva inevitablemente a los adornos navideños y eso me ayuda para hablar de esta fiesta.
Las luces de las avenidas se encienden. Los pequeños focos intermitentes juegan a alegrar los edificios, también al café donde estamos. El mesero sirve más té y unas galletas que tienen forma de pinabete.
Celebrar con ruido
—Bien, ahora me gustaría que habláramos de la Navidad, si le parece.
El Tiempo se acomoda sobre su silla, toma dos cucharadas de azúcar que disuelve en la taza. Con un ademán me permite hacer la primera pregunta.
—¿Conoce la forma de celebrar la Navidad de los guatemaltecos?
—Sé de algunas prácticas. Tienen la costumbre española de las posadas, según entiendo, y hay una especie de celebración nocturna en Noche Buena.
—Sí, entre otras cosas. También hay fuegos pirotécnicos, el abrazo, el tamal, el pavo, la pierna. El Alcalde cenando con los indigentes…
—El tema de lo que llaman cohetería me llama la atención, confieso. Esta ciudad termina a medianoche invadida por nubes de pólvora que inundan el ai-re. El ruido es insoportable.
—Quizá lo sea, pero es nuestra forma de decir que estamos aquí, que se trata de mostrar las emociones, algo que no hacemos con frecuencia. Luego uno debe darse un abrazo prolongado entre familia, amigos, parejas. Alegría, eso.
—Claro, ese abrazo…
—Lo dice como si no le provocara nada.
—No. Yo no siento, sólo puedo mirar en silencio.
El tiempo se desvanece en las esquinas
Las palabras del tiempo reviven las navidades que he vivido en casa. La manera en que los ojos de mis abuelos se iluminan al verme. Mi madre, mi her-mana, diciéndonos cuánto nos queremos. La mirada de mi hijo, atestiguando el festín de colores con los que se ilumina el cielo. El olor a tamal. La pólvo-ra. Le doy la razón al tiempo: nos gusta celebrar con el ruido. La ciudad entera grita que es Navidad, como si por algún motivo alguien pudiese olvidarlo, precisamente en los pocos minutos que preceden a la medianoche.
—¿Piensa usted celebrar la Navidad este año? Le pregunto.
—No lo creo, tengo otras actividades. Es más, ahora mismo tengo que irme.
El Tiempo se levanta, pagamos la cuenta y se va. Toma la calle que da a la avenida. Yo tomo otro camino. Subo al auto y pienso en una Navidad en la que haya sido feliz. El reloj de mi vida retrocede a aquella cuando Santa Claus me trajo un Poncharelo, el fantástico policía macho-latino de la serie Chips; algo que ningún emo entendería.
Volteo y veo cómo el Tiempo desaparece en una esquina. No lo encontré feliz, concluyo. Quizá sea porque la Navidad celebra el nacimiento de alguien que promete eternidad y la eternidad es el final del tiempo.
domingo, 20 de diciembre de 2009
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5 comentarios:
Excelente, este me lo he disfrutado mucho.
Simplemente genial!!! Si vale la pena tomarse el tiempo de leerlo!!!
El tiempo es un señor con quien nadie hace negocio o pacto alguno.
Gracias Magazin por transcribir la entrevista con el tiempo, el entrevistador genial, como es su costumbre.
El tiempo es un señor con quien nadie hace negocio o pacto alguno.
Gracias Magazin por transcribir la entrevista con el tiempo, el entrevistador genial, como es su costumbre.
El tiempo es un señor con quien nadie hace negocio o pacto alguno.
Gracias Magazin por transcribir la entrevista con el tiempo, el entrevistador genial, como es su costumbre.
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