domingo, 6 de diciembre de 2009

El detective que retuerce la oscuridad


La nueva novela de Byron Quiñónez se ambienta en una “época caracterizada por su rudeza”, reseña Eddy Roma.
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El cadáver de una jovencita amanece tirado en un paraje solitario de Santa Lucía Milpas Altas. A varios kilómetros de distancia, el detective José Abel Rosanegra vuelve a soñar con perros calcinados. Al despertar, encuentra una mariposa negra posada en la pared. Según una vieja leyenda, es señal del fallecimiento de una persona cercana. Poco después le comunican el hallazgo del cadáver, a quien reconoce por un lunar en la mejilla. Durante la investigación se enterará de que fue víctima de un negocio pornográfico que opera en el país.

Así empieza Aquí siempre es de noche, el libro con que el escritor Byron Quiñónez (Guatemala, 1969) obtuvo el III Premio de Novela Corta Luis de Lión, convo-cado por Magna Terra Editores y la Fundación Soros. La historia ocurre algunos años después de los hechos descritos en El perro en llamas (2008), su primera novela.

Como hicieron Guillermo Cabrera Infante y Rafael Ramírez Heredia con sus respectivas ciudades —La Habana y Tampico—, Byron rehace el paisaje de Guate-mala con su voseo, sus comidas y sus mujeres. No necesita de intermediarios para que sus imágenes cobren vida en la mente del lector. “Era un viejo enorme, como esos cocodrilos que nunca dejan de crecer”, dice de don Guillermo, anciano que intimida a Rosanegra a pesar de que tiene quince años de conocerlo. Un comensal con aspecto de señor feudal a pesar de su indigencia le recuerda que “lo bueno para vos es que tenés amigos poderosos que ni siquiera conocés”. Cuan-do lo hicieron enojar, “los nudillos del detective se pusieron blancos en torno al volante”. En lugar de copiar los aforismos de Cardoza, o los alardes de Bukowski, Byron emplea el poder que confiere la palabra sin adornos.

También hallo la plena definición de Rosanegra. Tiene gusto por las letras. Sus páginas preferidas se encuentran en el Informe sobre ciegos, de Ernesto Sabato y en las novelas autobiográficas de Fernando Vallejo. Se pregunta si para escribir como ellos “habrá que ser un gran hijoeputa o si es posible ser buena persona y concebir esas barbaridades”. Ante las notas del Graveyard Train, de los Creedence Clearwater Revival, piensa que “la mayoría de la nueva música era vulgar y sin espíritu, hecha por tarados para tarados”.

No guarda consideración por los derechos que se invocan a favor de ladrones y mendigos. “Hay personas que todo lo quieren regalado y nacieron con la mano extendida para robar o pedir”, le dice a su amigo, el agente Monterroso, cuando le señala al extorsionista que acaba de arrestar. Ante su antiguo superior, el comisa-rio Mendoza, reniega de las trabas que le imponen para resolver los casos. “Los abogados que defienden a los delincuentes son un insulto a la decencia”, afirma. “Vaya si no…”, responde Mendoza. “¿Se acuerda del que masacró a una familia en Chinautla? Tanto que nos costó agarrarlo para que lo soltaran porque hubo ‘malos procedimientos’ al momento de su captura. Cuando sólo de verlo se le nota lo asesino…”.

Es fácil atribuir las declaraciones de los personajes al sentir y pensar del autor. Pero voy más allá. Byron no escribe acerca de sí mismo. Lo hace sobre una época caracterizada por su rudeza, donde la amabilidad que se atribuía al guatemalteco es un vestigio arqueológico más. Los delitos que se reportan a diario, y su falta de castigo, causan que muchas personas aprueben todo método de limpieza social. Si arrestan a los hechores, éstos echan mano de cualquier artimaña legal para alargar el juicio, presentar pruebas de descargo, y afirmar su conversión como buenos cristianos. “¿Pero sabe qué es lo peor?”, le dice a Rosanegra el administrador de un bar de la zona viva llamado Blue moon. “Que nunca los ejecutan y primero se escapan. Ah, pero Dios guarde que uno caiga en el bote por cualquier tontería porque ya se quedó preso para siempre”. Solo en las películas, la policía resuelve los casos y los malos obtienen su merecido.

Por último, cuando se escriba acerca de la obra de Byron, conviene no meterla en la misma gaveta que ocupa la novela negra. Es literatura, y nada más.

AQUÍ SIEMPRE ES DE NOCHE, DE BYRON QUIÑÓNEZ. MAGNA TERRA EDITORES, 2009. 94 PÁGINAS

T. Eddy Roma eddyjromaa@hotmail.com
I. Alejandro Azurdia. aazurdia@sigloxxi.com

2 comentarios:

MarianoCantoral dijo...

Exáctamente Eddy.

Byron escribe desde la lobreguez de la ciudad violenta, la ética raída, lo que es y no lo que debería ser, toda la corruptela social diréctamente proporcional a la ignominia.

Descripciones intensas y minuciosas.

Anónimo dijo...

Hola, he tenido el gusto de leer la obra de Quiñonez y son novelas muy buenas.
Es interesante cómo este chico integra la realidad con lo fantástico, dándole un toque místico a los viejos lugares y situaciones junto a personajes de la vida chapina.
Seguí adelante Byron.