domingo, 1 de noviembre de 2009

Aquí siempre es de noche

Byron Quiñónez*
I don´t believe you go to heaven when you’re good
everything goes to hell anyway.
-Tom Waits

Era muy temprano para que las moscas depositaran larvas y echaran a perder la carne de la joven que yacía boca abajo en aquel bosquecillo, más desnuda que el día en que nació y tan muerta como el buen gusto.
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Un deceso de horas, quizá.

Un arco iris de tonos verdes, invocado por las recientes lluvias, enmarcaba la palidez de su piel y destacaba la belleza del cadáver. Su cabellera en desorden se derramaba sobre sus hombros, cubría su rostro y serpenteaba sobre la hierba.
El murmullo de las hojas movidas por el viento llenaba la mañana y semejaba esa clase de silencio que llena las iglesias de calle transitada: una radio lejana, mal sintonizada y con las pilas a punto de morir.

Un pájaro de plumas negras como el ónix se posó en una rama de pino, causando una pequeña lluvia de rocío que bañó el manto de humus. Agitó las alas con aire majestuoso, erizó las plumas del cuello y empezó a graznar.

Lejos de ahí, el trío de relojes de la Catedral Metropolitana marcaba las ocho de la mañana. Sin embargo, en las afueras de Santa Lucía Milpas Altas —donde yacía la joven— parecían las seis.

El cielo había perdido los colores y era una cobija de plomo helado: parecía que el sol anduviera de vacaciones y no pensara volver nunca.

Una mariposa de alas tornasoladas permaneció más tiempo del necesario sobre el cadáver y su distracción fue aprovechada por el ave negra, que se lanzó desde la rama y la engulló de un picotazo.

A pocos metros, un grupo de petirrojos ocultos en el follaje comía orugas y entonaba la canción de la lluvia.

Era muy temprano para pensar en larvas de mosca.

A esa misma hora, el detective José Abel Rosanegra, de la sección de Homicidios de la Policía Nacional, sudaba entre las cobijas y se debatía entre la pesadilla y la vigilia.

En el sueño, que le atormentaba cada vez con una variante distinta, el detective caminaba sin rumbo en un bosque infinito, lleno de árboles negros que destacaban amenazantes contra un atardecer invariable y eterno.

Capas de hojas multicolores y hongos tóxicos decoraban el suelo y se mezclaban con frutos caídos y cadáveres de flores que se corrompían al pie de troncos que alojaban serpientes, panales y legiones de orugas urticantes.

Presentía que no estaba solo en aquella foresta. Miró en derredor y, para su alarma, descubrió que le observaban incontables pares de ojos fulgurantes cuya luminiscencia perforaba la bruma que flotaba entre los árboles.

Docenas de perros, grandes y fieros, le acechaban desde las tinieblas.

Había tantos, ocultos entre las sombras, que el rumor de sus gruñidos era otra forma de silencio.

El suelo, que al principio era firme, fue poco a poco tornándose resbaloso y blando como barro con jabón. Rosanegra bajó la vista y vio los charcos de sangre y lodo que decoraban la vereda.

Intrigado, ignoró la sangre y siguió su camino. Más adelante halló un esqueleto de perro calcinado, los huesos renegridos por el fuego y las fauces abiertas en un eterno aullido post mórtem.

Un poco más allá descubrió un segundo, tercer y cuarto esqueleto al pie de los árboles.

Una jauría de esqueletos carbonizados.

No quiso mirar las calaveras carnívoras cuyas cuencas vacías parecían verle con odio desde el más allá y siguió caminando. Sólo se detuvo cuando halló una bifurcación en el camino y una voz rasposa y cascada llegó hasta sus oídos: “You can’t get out...”.

*ESTE FRAGMENTO PERTENECE A AQUÍ ES DE NOCHE, OBRA DE BYRON QUIÑONEZ GANADORA DEL TERCER PREMIO NACIONAL DE NOVELA CORTA LUIS DE LIÓN, LA CUAL SERÁ PUBLICADA POR MAGNA TERRA EDITORES EN LA PENÚLTIMA SEMANA DE ESTE MES.

I. Alejandro Azurdia, aazurdia@sigloxxi.com

2 comentarios:

MarianoCantoral dijo...

Es embelesante cómo Byron logra crear una atmósfera tan perceptible con sólo leer, tan bien detallada que nos transporta al lugar de los hechos. intrigante, lúgubre, de climax progresivo, cual orgasmo bien logrado.

Anónimo dijo...

Còmo puede llamarse escritor alguien que me decìa còmo HUELEMOS esta mañana