domingo, 16 de agosto de 2009

“La Bodega es una película de actores”

Ray Figueroa
Una historia que gotea venganza es la ópera prima de Ray Figueroa, el guionista de la productora Casa Comal, quien debuta como director. Julio Hernández Cordón, director de la laureada película Gasolina, conversa con él y nos lo presenta como un cineasta seducido por la necesidad de bajos presupuestos, experimentación y libertad.
Seguir leyendo...
Como escritor cinematográfico, Ray Figueroa cuenta con un puñado de guiones como legado (La Casa de Enfrente; Las Cruces. Poblado próximo; V.I.P. La otra casa), historias que son casi huracanes, que arrojan una extraña sensación de que las cosas no están bien; sus personajes respiran una moral que pareciera que sube y baja las pendientes de una montaña rusa mal atornillada. Por lo que intuyo, La Bodega, su ópera prima como director, tiene mucho de eso.

El filme, que trata de una búsqueda de venganza a ciegas que une los caminos de dos citadinos y un pandillero, será estrenado en las salas de cine del país el 28 de agosto. Por ello este diario me encomendó hablar con él acerca de la película, la cual no he podido ver debido a que es custodiada como una joya por su productora, Casa Comal, que con ella llega a su cuarto largometraje. Los productores prefieren mantenerla invisible hasta el próximo 20 de agosto, cuando se presentará a los medios de comunicación.

Pero esto no impidió que conversara con Ray acerca de su trabajo y su experiencia con su primera película, lo que me permite presentar una radiografía de este realizador y un retrato hablado de La Bodega.

Gotas de sangre
A Ray lo conocí durante muchos años como “el guionista de Casa Comal”; después supe que es de Puerto Rico y que le gusta el beisbol. (Varias veces le he ofrecido que juguemos en los campos de la zona 15, pero él argumenta que no estoy a su nivel). Luego de conocerlo mejor me enteré de que tiene una debilidad que le enciende la mirada, un talón de Aquiles: se enfurece si uno le recuerda esa extraña relación que tiene su isla con los Estados Unidos de América.

También supe que estudió en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. (Escuela que tiene el respaldo de Gabriel García Márquez y por la cual cada año desfila una variedad de cineastas de fama mundial para dialogar con un grupo selecto de futuros cineastas que, además de ver cine y hacer cortometrajes, chapotean en una piscina y conviven en un ambiente de comuna hippie. De hecho, Ray es una de las personas más relajadas que conozco del mundillo del cine en Guatemala).

En una ocasión revisé, sin que Ray se diera cuenta, su colección de DVD. Había títulos que sólo conocía de nombre; una veintena de películas japonesas, rusas y de la nueva ola francesa. Sentí envidia, quizá porque la información en Guatemala es un tesoro para aspirar a tiempos nuevos. Luego de ver su colección de películas comprendí que el cine que escribe es también un cine de referencias cinematográficas; para ser más claros: un cine acerca del cine.

Él mismo me comentó que para hacer La Bodega revisó algunas películas como Hard candy, de David Slade; Perros sin reserva, de Tarantino, y En la cama, de Matías Bize. Pero en su caso, con personajes situados en Guatemala. Esto no es malo o bueno; para mí el sol sale para todos, aunque como cineasta esa no sea mi propuesta. Ray prefiere narrar desde el punto de vista del otro y desde un punto más anónimo; y eso se vislumbra con La Bodega.

Mientras escribo este texto comprendo que muchos de los títulos que Ray almacena gotean sangre y sudor carnal, como su colección de las adaptaciones cinematográficas del manga japonés (novelas gráficas con una visión particular de la violencia y el erotismo). Y de cierta manera, también un alto porcentaje de sus guiones, incluida su ópera prima, aunque en La Bodega el sexo no tiene participación gráfica en la historia pero es lo que desencadena la venganza.

Sufrir frente a la pantalla
Durante nuestra conversación Ray me comenta que sufre cuando escribe para otro director. Lo cual me parece extraño, pues tiene cinco guiones por encargo: uno para un productor puertorriqueño, otros dos para Elías Jiménez, uno para Rafael Rosal y uno para Alejo Crisóstomo. “Aunque —recalca— con Casa Comal (la cual produjo las películas de Jiménez y Rosal) la situación es más relax”.

Y agrega: “Siempre terminó diciendo que nunca más volveré a escribir para otro, pero finalmente es trabajo y me gusta lo que hago. Y trato de trabajar con mis amigos. Y con Casa Comal tengo otra libertad: además de que es mi guión, soy asistente de dirección; siempre estoy encima y procuro que nunca se desvíen demasiado de la historia”.

Cuando le pregunto si con La Bodega fue más riguroso que con los trabajos por encargo o más relajado, responde que fue diferente: “Originalmente era una historia de 20 minutos, pero luego Alejo Crisóstomo me incentivó para que la desarrollara como un largometraje. Pero sí, fui igual de riguroso que con los otros trabajos. La diferencia fue no tener la discusión con el director acerca del desarrollo de la historia. Eso hizo que la escritura fuera más intuitiva y sin fechas de entrega. El proceso de escritura para mí es muy complicado, porque no tengo disciplina, no tengo fuerza de voluntad, escribo a horas raras; a veces puedo estar días frente a una pantalla y no sale nada, a veces me río y pienso: ‘esto quedó bien’. Algunas veces son cosas que le pasaron a alguien más y pienso que esa persona va a reconocerse. En La Bodega, no fue hasta en el rodaje que dije: “¡Uy! Esto no le va a gustar a la gente, esto puede encojonar a montón de gente… Como salen mareros, el debate era que puede ser que los mareros se enojen, por los sucesos de la película. Pero ahora lo dudo, porque no es una película que le tira a nadie; no me estoy inventando nada. No dijimos nada que no saben ellos, que no hacen ellos. Pero lo que más destaco de esta historia fue el hecho que los personajes los construí con los actores; con ellos diseñamos los diálogos y su psicología”.

Los chapines tienen derecho de decirlo
Tengo curiosidad de preguntarle cómo ha sido trabajar con Luis Carlos Pineda, un dramaturgo y actor teatral joven muy admirado en Guatemala. Para mí él es uno de los que se rasgan hasta el tuétano por crear propuestas que dialoguen con el público, y a la vez inyectarles aires de contemporaneidad. Me interesa su respuesta porque a mí me cautiva la textura, la falta de dicción y naturalidad de los no actores para mis proyectos. Por ello siempre le pregunto a los directores que conozco cómo ha sido su experiencia al trabajar con los actores profesionales que me entusiasman.

Ray explica que a Pineda lo conoció cuando montó El tiempo principia en Xibalbá, de Luis de Lión. “Vi la pieza en El Salvador, y, ahora que lo pienso, fue uno de los mejores montajes que he visto en mi vida. Sí era intimidante trabajar con él, pero también es un compadre y eso lo hizo más sencillo. Pero lo que me ayudó fue que el proceso de La Bodega fue parecido al del teatro, con ensayos rigurosos y con un trazo escénico diseñado para un pequeño espacio. También por la misma falta de experiencia que tengo como director fui flexible; permití que los actores metieran mucho de ellos. Mi opinión no era tan valiosa como la de ellos, que son los chapines, que son quienes tienen el derecho de decirlo. Esa clase de libertad fue lo que nos dio facilidad. Con Juan Pablo Olyslager, en cambio, el proceso fue más simple pues ya habíamos trabajado juntos”.

Y cuando pregunto cómo fue el proceso con Freddy Turcios, conocido como El Mascota, Ray responde que con él hablaba en privado, en su casa. “Él era, de cierta manera, el más cercano a su personaje, aunque lleva años afuera del ambiente de las maras. Él me dijo que su personaje lo dibujó con una mezcla de gente con la que convivió. Y creo que eso fue complicado, porque mucha de esa gente ya no existe y forma parte de un pasado. Recuerdo que como parte del maquillaje le pusimos un 666 en la cara, para simular un tatuaje; costaba mucho que se le borrara después de las grabaciones. Y un día nos llamó preocupado porque cerca de su casa había un operativo de entrenamiento de las fuerzas combinadas de seguridad; no podía salir de su casa con el rostro así porque lo iban a detener inmediatamente. Entonces fuimos por él y con una sábana le cubrimos el cuerpo y la cara y lo metimos al auto. En el momento en que arrancamos se le descubrió el rostro y él alzo la mirada. Por ahí iba pasando alguien que lo vio y casi le dio la chiripiorca. El tipo se puso pálido. Fue una reacción de terror, fue impresionante. En ese momento comprendí muchas cosas acerca del personaje que interpretó El Mascota y de mi historia. Él nos decía que le incomodaba volver a sentir esa sensación de persecución y de estar marcado. A él no le gusta que se hable de su pasado. El Mascota trascendió todo eso y es un tremendo atleta, cirquero y actor, y con eso pone bajo sombra su pasado. El rodaje fue muy desgastante para él”.

Capricho de director
Para mí, como cineasta, las locaciones forman parte de una propuesta estética y narrativa: un silencio en la locación adecuada hace que la película sea memorable. Por eso me atrae la premisa del uso del espacio para narrar. Y creo que Ray empleó el espacio no sólo para narrar sino también le ocasionó una manera distinta de dirigir. Cuando supe hace un año de la locación de La Bodega, recordé que era un lugar infestado de pulgas en el que se hicieron varias fiestas electrónicas.

Ray tarda en parar de reír y al mismo tiempo se rasca el brazo como recordando lo que pasó, y me dice: “Si ves las fotos del rodaje siempre aparezco con sombrero, porque me daba miedo que me brincara una pulga a la cabeza. El primer día me senté en un nido de pulgas. Parece que venían de los murciélagos. Porque no había ratas: a éstas unos gatos salvajes se las comieron todas. Tuvimos que fumigar varias veces. Es una bodega que tiene maderas y equipo de maquila; yo quería una bodega abandonada y ese fue mi capricho como director. Y para manejar el espacio, no fue con la cámara, sino con movimientos de los actores. Te digo que La Bodega es una película de actores, en la que el diálogo funciona de puente para muchas cosas. Los actores estuvieron presentes durante los ensayos de sus compañeros; así definimos los movimientos y acciones. Sólo acoplamos ese trazo a la locación real. Eso nos ayudó a encontrar los puntos geográficos de la historia con anticipación; no es que haya buscado tal locación o paisaje para tal secuencia. La bodega era un elemento o atmósfera que ayudaba a mis actores a crear las situaciones. Lo complicado fue el trabajo de iluminación, debido a las dimensiones del sitio: es enorme. Por lo que procuramos, por logística, tener una iluminación general. Tuvimos un único set para contar la historia. Otro detalle fue que filmamos de noche pero simulamos que era de día. Así se controló la luz natural, que es la que ocasiona problemas de continuidad de iluminación”.

Entre más barata, menos concesiones
Ray me dice, sin muchos pelos en la lengua, que quiso hacer una película que no fuera empujada por acciones externas o por la fascinación del paisaje como puede ser un cuartel guerrillero en el bosque, un prostíbulo o una cárcel. Que no tuvo un mundo en el cual apoyarse como en los otros proyectos de Casa Comal. Que trabajó más sobre una idea para propiciar un debate e involucrar al espectador emocional y psicológicamente en lo que ve.

Coincido con Ray en hacer un cine de bajo presupuesto para que el proyecto pueda concretarse en un tiempo prudente y también por la flexibilidad creativa que acompaña este tipo de cine. Entre más barata es la película menos concesiones se hacen.

Ray dice en voz baja: “También la pensé en bajo presupuesto; como la quería dirigir yo quise que no tuvieran excusas para decirme que no”, pone cara del chico que logró robarse un beso en una fiesta de 15 años, y afirma: “También es cine en tiempos de crisis. Nuestros presupuestos son mínimos. Sin embargo, Casa Comal intenta hacer licas de bajo presupuesto pero de buena calidad, para que la gente las vea y paguen por ellas. Si la peli cuesta poco es más sencillo; si haces una lica de un millón de dólares ¿cuándo vas a recuperar la inversión? A menos que la vendas por todo el mundo. Eso sólo lo tiene Hollywood, pero el cine de Hollywood cuesta $100 millones”.

Para Ray, su película es parte de la nueva camada de realizadores de Guatemala, que se identifica con toda esta explosión que hay por producir cortos con presupuestos sencillos, en la cual lo que importa es narrar, y en la que los protagonistas son jóvenes. Pero ante todo, más que una película de Ray Figueroa es una película de Guatemala. Es su aporte personal para el lugar en el que vive. Es un agradecimiento o nota de amor hacia Guatemala, aunque por el tema parezca un reproche. “Decidí que mi primera película fuera guatemalteca. No es la primera vez que estoy en el baile, pero es la primera vez que bailo solo. Y preferí bailar solo por primera vez en Guatemala: eso es La Bodega”.

SELECCIONADA EN GUADALAJARA
La Bodega fue una de las seis películas seleccionadas en marzo de este año en la sección Guadalajara Construye 3, del Festival de Cine en Guadalajara. Esta sección tiene como objetivo facilitar la conclusión de largometrajes latinoamericanos que una vez rodados, abordan con dificultades la fase de postproducción y su posterior estreno en salas de cine.

Esto le dio al proyecto de Ray Figueroa notoriedad en el ámbito iberoamericano del séptimo arte y logró comentarios y críticas favorables. Las demás películas seleccionadas fueron Apaporis. En busca del río, de José Antonio Dorado Zúñiga (Colombia); Martha, de Marcelino Islas Hernández (México); Dawson, isla 10, de Miguel Littin (Chile); La Yuma, de Florence Jaugey (Nicaragua), y Bailarina sola busca compañía, de Orlando Rojas (Cuba-Estados Unidos)

FILMOGRAFÍA DE RAY FIGUEROA
La Casa de Enfrente (director Elías Jiménez, 2003, Guatemala)
Realizando una auditoría en el Ministerio de Inversiones Internas, Ángel descubre un desvío millonario de fondos nacionales. El señor Ministro en su intento de incorporar a Ángel en el círculo de corrupción, nos lleva por los escenarios del poder, el dinero y la marginalidad de la Guatemala de posguerra.

Las Cruces (director Rafa Rosal, 2005, Guatemala)
Las Cruces cuenta la historia y fatal destino de una comunidad enclavada en la montaña en el momento que un selecto grupo de siete combatientes guerrilleros, seis hombres y una mujer, irrumpen en la vida de la aldea.

V.I.P. La otra casa (director Elías Jiménez, 2006, Guatemala)
Juan Ramos, Subcontralor General de la Nación, es arrestado e ingresado a prisión preventiva, mientras prueba su inocencia por cargos de corrupción y asesinato. Aunque ha pagado por estar en el sector VIP, es llevado al peor sector de la cárcel.

Antes de las once (director Andrés Ramírez, 2007, Puerto Rico)
Es la historia de tres adolescentes de 14 años que son amigas y una de ellas decide perder su virginidad el día de su cumpleaños.

La Bodega (director, Ray Figueroa, 2009, Guatemala)
Buscando venganza y retribución por el salvaje ataque y violación a una familiar, dos citadinos secuestran a un pandillero para cobrar el sufrimiento que han pasado a través de golpes y tortura. Pero las repercusiones de su ajusticiamiento se harán evidentes y tendrán que tomar una decisión que afectará sus vidas y la del pandillero para siempre.

Fe (director Alejo Crisóstomo, 2010, Guatemala-Chile)
Un pastor evangélico es empujado a cuestionar la verdadera razón por la que Dios lo ha puesto sobre la tierra. Las circunstancias de su vida y el círculo de amigos y familiares de su mujer lo han convertido en un pastor de la clase alta. Enmarcada en la violenta ciudad de Guatemala, Fe es una película que hará cuestionar nuestros principios.

T. Julio Hernández Cordón. melindrosafilms@yahoo.com.mx
F. Cecilia Cobar. ccobar@sigloxxi.com Archivo, Siglo 21.

3 comentarios:

aguanilebonko dijo...

Muy buena entrevista

Anónimo dijo...

Muy buena!

El buki dijo...

Muy buena entrevista !!!
si deseas cine de Muestra mundial, visita a Clásicos de cine El Buki, en plaza el amate local 33 primer nivel, en la 4ta. av. y 18 calle z. 1