domingo, 9 de agosto de 2009

“¡Deje de preocuparse y váyase a comer uvas!”

Luis von Ahn
Es sencillo, genial, políticamente incorrecto. Desdeña los libros, pero está dispuesto a digitalizarlos todos. Sebastián Escalón describe en este perfil a un guatemalteco que innova en la computación humana, y sus ideas revolucionarias.
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¿Es Luis von Ahn un genio? Desde luego, muchos lo creen. Luis von Ahn es un joven guatemalteco investigador y profesor en ciencias de la computación. Trabaja en la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, Estados Unidos, en donde se ha hecho famoso.

Entre los convencidos de su genialidad está Antonio Navas, quien fue su compañero de clase en el Colegio Americano de Guatemala. “En mi vida he conocido a muchas personas inteligentes, pero sin duda Luis es un ‘genio’. Él es capaz de convertir las buenas ideas en cosas que funcionan y son útiles”, afirma Antonio, quien desde este mes, se ha integrado al equipo de investigación de Luis en Pittsburgh. “Luis es inteligente. Muy inteligente. Y muy creativo. Las ideas brotan de él. Es único en todo el ámbito académico”, nos dice Severin Hacker, estudiante suizo que cursa su doctorado bajo la supervisión del guatemalteco.

Y si ahora nos referimos a los reconocimientos y premios que ha recibido este científico de apenas 30 años de edad, la sospecha de estar frente a un auténtico caso de genialidad parece confirmarse. En 2006 ganó la MacArthur Fellowship, conocida como “el premio de los genios”. También fue nombrado como uno de los 10 científicos más brillantes de 2006 por la revista Popular Science, y en 2007 obtuvo la Microsoft New Faculty Fellowship, de manos del mismísimo Bill Gates. La lista de reconocimientos sigue, y nada indica que vaya a cerrarse pronto.

¿Un genio entonces? Puede que lo sea. Pero a la inversa de lo que uno supone de un genio, charlar con él es de lo más ameno y entretenido. Uno puede reírse (o no) de sus numerosos chistes y ocurrencias, escandalizarse con sus provocaciones (su gusto por lo políticamente incorrecto es patente), e incluso rechazar muchas de sus ideas sobre el futuro de la humanidad o la vida en general.

Es alguien cercano, a quien le gusta hablar a lo chapín de películas, series de televisión o videojuegos. Todos tenemos un amigo que se le parece, en apariencia al menos. Para Antonio Navas, “Luis, con todo su éxito, sigue siendo una persona sencilla y humilde”.

Eso sí, Luis tiene absoluta conciencia de su valor. Su seguridad es tal que puede darse el lujo de decir cosas como: “El 95% de mis ideas son puras muladas”. Claro, todos saben, y él también, que el 5% restante podría cambiar el mundo. A la pregunta, ¿te consideras a ti mismo un genio?, él responde: “Realmente, no lo sé”. La falsa modestia no está entre sus defectos.

CAPTCHA!
¿Quién es pues, este sorprendente científico guatemalteco al que se ha rendido todo el mundillo de las nuevas tecnologías? Luis von Ahn nació en la ciudad de Guatemala en 1979. El apellido alemán proviene de inmigrantes que llegaron a Guatemala a principios del siglo XX.

Con ocho años, las computadoras ya eran parte de su universo. Al principio sólo le interesaban los juegos, pero muy pronto empezó a adentrarse en los secretos de la informática. “Para tener más juegos, tenía que aprender a piratearlos. Estos tenían un sistema de protección de copias, pero era bien fácil deshacerse de él. Así fue como empecé a aprender más y más cosas sobre las computadoras”, cuenta Luis.

Más adelante, ya con 15 años, Luis no se conformaba con juegos fabricados por otros. Empezó a crear los propios y a familiarizarse con los lenguajes de programación.

En el Colegio Americano, en donde se graduó, era muy buen alumno. “En los años de bachillerato, Luis estaba obsesionado con las matemáticas y le encantaba resolver toda clase de problemas de ese tipo”, recuerda Antonio Navas.

Rápidamente entendió que para estudiar matemáticas a cierto nivel tendría que salir de Guatemala. En la Universidad del Valle los estudiantes de esta rama eran tan escasos que muchas veces se tenían que cancelar los cursos. Por eso, con 17 años, y sin esperar su ceremonia de graduación, Luis partió hacia Estados Unidos.

Una vez allá, no tardó mucho en hacer hablar de él. Cuatro años, en concreto. En 2000, con apenas 21 años, inventó un método para distinguir si un usuario de Internet es un humano o un programa automatizado.

Hoy, su método es utilizado por millones de sitios web y evita que alguien pueda rellenar miles de formularios, o abrir miles de cuentas de correo utilizando un programa informático. Se trata de los CAPTCHA: una ventanita en la que aparece una serie de letras deformadas que el usuario tiene que reconocer y teclear para acceder a un servicio dado.

Si usted es un usuario de la red, seguramente ya se ha topado con este invento, sin imaginar que su inventor es guatemalteco. “La idea de los CAPTCHA me vino cuando conocí al jefe científico de Yahoo! Ellos tenían un problema: había gente que escribía programas para obtener millones de cuentas de correo gratis”. Esto les permitía mandar cantidades colosales de correo indeseable, e incluso montar estafas masivas. Los CAPTCHA lograron resolver ese problema y rápidamente se difundieron en toda la red.

En este invento, Luis aprovechó magistralmente algo que diferencia a los humanos de las máquinas: la capacidad de reconocer fácilmente formas complejas. En este caso letras. Los humanos somos muy eficientes en este juego: podemos reconocer una A o una Y por estirada y torcida que esté. Las máquinas son mucho más rígidas, y fallan cuando las proporciones de las letras se alejan de un marco estricto. Por eso, los programas automatizados no superan la prueba del CAPTCHA, mientras que a nosotros sólo nos exige unos segundos de atención.

Los CAPTCHA hicieron de Luis un hombre famoso. Todas las empresas de alta tecnología quisieron ficharlo. Pero él no se dejó seducir, y prefirió mantenerse en el ámbito académico.

“Luis no es el tipo de empleado que sigue órdenes; él sabe que en la Universidad puede continuar sus propias investigaciones, mientras que en una compañía lo más probable es que le pongan ciertos límites a su creatividad”, explica Navas.

Por otra parte, el placer de enseñar hizo que Luis permaneciera en la Universidad Carneggie Mellon. Luis tiene un talento especial para esto, como lo demuestran los premios a la enseñanza que ha recibido. “Le podría explicar la teoría de la relatividad general a un niño”, afirma Severin Hacker.

“Para mí, hay dos tipos de profesores”, nos comenta Luis. “A unos les gusta ayudar a los estudiantes que tienen dificultades para aprender. Eso está muy bien, pero no es lo que a mí me motiva. Lo que me interesa es encontrar a las personas más inteligentes del mundo, y subirlas al nivel en el que deben estar”.

La paradoja de Babel
Además de la enseñanza, en la Universidad, Luis encontró la oportunidad de seguir adelante con sus ideas. Ideas que conforman una ciencia nueva: la computación humana. Este nuevo campo científico pretende utilizar el inmenso potencial de los humanos para realizar tareas que las computadoras son incapaces de hacer.

“En el mundo hay millones de personas que se la pasan en Internet haciendo una gran cantidad de babosadas. La idea es canalizar este potencial, todo este tiempo gastado en nada, para hacer algo útil para la humanidad”. Esta es la filosofía de Luis: poner a trabajar a los humanos, aunque estos no lo sepan.

Una materialización de esta idea se llama reCAPTCHA, la nueva generación de CAPTCHA. Estos se generaron a raíz de un malestar sentido por Luis ante el éxito de su invento. “La idea de utilizar los CAPTCHA para hacer algo útil surgió el día en que me enteré de que 200 millones de estos eran resueltos cada día en el mundo. Al principio me sentí muy orgulloso: ¡un invento mío era utilizado 200 millones de veces al día! Pero de ahí empecé a sentirme mal, porque cada vez que alguien resuelve esas letritas estúpidas pierde 10 segundos de su tiempo. Multipliqué esos diez segundos por 200 millones, y me di cuenta de que la humanidad estaba perdiendo 500 mil horas diarias por culpa de los CAPTCHA. Había que encontrar algo para que esos 10 segundos se convirtieran en tiempo de trabajo beneficioso para la humanidad”.

Ese algo resultó ser la digitalización de archivos. Este es uno de los grandes desafíos de este principio de milenio: que todos los libros y revistas que han sido publicados hasta la fecha sean accesibles desde cualquier computadora del mundo.

Para hacer realidad esta fantasía borgiana, esta Babel numérica, se necesitan dos cosas: un escáner para tomar una imagen de cada página por digitalizar y un programa de reconocimiento de letras que permita “leer” esas imágenes. Esto es necesario para pasarlas a un formato de texto más manejable y con el que se pueda buscar palabras, crear hipervínculos, etcétera...

Pero, ya lo vimos con CAPTCHA, las computadoras no saben reconocer letras si estas están deformadas. Y esto pasa con los libros viejos, en los cuales la tinta se ha corrido o se ha empezado a borrar.

Los programas de reconocimiento de letras pueden tener dificultades con 30 a 40% de las palabras de estos libros. Allí, sólo hay dos opciones: o se contratan cientos de personas para realizar el tedioso e interminable trabajo de reconocer una a una las palabras borrosas, o se intenta aprovechar una parte de las 500 mil horas perdidas que mencionaba Luis.

La segunda opción se llama reCAPTCHA. Con este nuevo concepto, el usuario que quiere acceder a un servicio en Internet debe reconocer primero dos palabras: la primera proviene de esas páginas que las computadoras no supieron leer, y la segunda sirve de testigo, para asegurarse de que el usuario es humano.

Así, siempre que resolvemos uno de estos CAPTCHA de nueva generación, estamos agregando una palabrita a un proyecto de digitalización de archivos. 150 mil sitios del Internet, empezando por Facebook, han adoptado este sistema. reCAPTCHA ha permitido la digitalización de los 130 años de archivos del diario The New York Times, y participado en Internet Archive, una organización sin fines de lucro dedicada a construir y mantener una biblioteca gratuita en línea.

Luis no esconde su orgullo por ser parte de esta empresa de titanes: “Hoy, si alguien quiere un libro tiene que estar cerca de una buena biblioteca. Y este no es el caso de la mayor parte de la humanidad. Los guatemaltecos, por ejemplo, no viven cerca de una buena biblioteca. Ahora bien, si todos los libros fueran accesibles, a cualquier hora del día, desde todas partes del mundo, eso significaría un progreso para toda la humanidad”.

Si dejamos a un lado el debate sobre quién debe controlar el acceso a esos archivos —o quién decide qué libros deben digitalizarse—, no podemos más que entusiasmarnos ante esta visión. Pero nos aguarda una sorpresa.

Paradoja de paradojas, a este hombre que quiere convertir cada computadora personal en la mayor biblioteca de la historia humana no le gustan los libros. Por supuesto, su trabajo le obliga a leer algunos.

Pero Luis no piensa dedicarles ni un minuto más de su vida a esas obras, de literatura por ejemplo, que las personas leen “para hacerse más cultas”. “Hace unos cinco años, uno de mis propósitos de Año Nuevo fue dejar de leer libros por diversión. Ha sido la única vez que he cumplido”.

En una entrada de su blog, Luis explica su desdén por los libros: “Los libros son tan del milenio pasado. (...) Son increíblemente ineficientes y en gran medida aburridos. También me disgusta ese esnobismo seudointelectual que viene a veces con los libros: ‘la película estaba bien, pero el libro es mucho mejor’. ¿De verdad? ¿Dejó el libro $110 millones en taquilla? No lo creo”.

Uvas para ociosos
Volvamos a la computación humana. ¿Cómo hacer para que los ociosos humanos que abundan en la red trabajen horas y horas sin pedir dinero a cambio? La respuesta es: poniéndolos a jugar.

Luis Von Ahn ha desarrollado una serie de juegos que ha bautizado juegos con propósito, y que permiten realizar tareas útiles de forma lúdica. Describamos el más exitoso de ellos, el ESP Game. El juego intenta resolver un viejo problema: en la web hay millones de fotos disponibles, pero no siempre están bien referenciadas. Es decir, si uno teclea la palabra “gato” en un buscador, aparecerán muchas imágenes que no tienen nada que ver con este animal.

Pues bien, la idea es que los usuarios trabajen en solucionar esto mediante un juego muy sencillo: cuando uno accede al juego, el programa lo conecta con otro jugador, un desconocido, que se vuelve su compañero de equipo. Una serie de fotos aparece entonces en la pantalla de los dos jugadores. Cada quien tiene que teclear rápidamente lo que ve en la imagen.

Si los dos escriben lo mismo, ambos ganan puntos, y la imagen gana una descripción más exacta. Entre más aciertos, más puntos. Y entre más puntos, más satisfacción. ESP Game es ahora muy popular: ha logrado cautivar a cientos de miles de usuarios, entre los cuales, algunos adictos juegan hasta unas cuarenta horas semanales. ¡La explotación perfecta del hombre por el hombre! Google, consciente del gran potencial del invento, compró el juego en 2006.

ESP es uno de los seis juegos creados por Luis. Los otros también están pensados para que los surfistas de la Red sirvan por fin para algo. Las aplicaciones potenciales de estos juegos pueden ser el mejoramiento de los programas de reconocimiento de imágenes, de los filtros de contenido adulto, de los buscadores o de la seguridad en Internet.

Las máquinas todavía tienen mucho que aprender de los humanos. Pero, ¿llegará el día en que sean capaces de realizar todo lo que nuestro cerebro sabe hacer? ¿Lograremos alcanzar el santo Grial de la inteligencia artificial?

“No creo que esto suceda ni en 10 ni en 20 años”, opina Luis. “Pero no hay duda de que esto va a pasar, si es que no nos destruimos antes. Al fin y al cabo, el cerebro es una computadora, un gran circuito, y no hay razón para que no logremos hacer una máquina inteligente”.

¿Una perspectiva inquietante? No para Luis. “Es el próximo paso de la evolución. Creo que vamos a lograr que las computadoras sean nuestras esclavas, sólo que como no son humanas no se van a sentir mal. Vamos a acabar teniendo una sociedad como los griegos, que, como tenían esclavos, se la pasaban comiendo uvas y filosofando. Ya no vamos a tener que trabajar. ¡Deje de preocuparse y váyase a comer uvas!”.

Cada uno tiene su propia visión del futuro, y la de un genio no tiene por qué ser más o menos verosímil. En todo caso, si el mundo según Luis von Ahn se hace un día realidad, ¡que no tarde demasiado en llegar ese día!

reCAPTCHA!
“La idea de utilizar los CAPTCHA para hacer algo útil surgió el día en que me enteré de que 200 millones de estos eran resueltos cada día en el mundo. Alguien que resuelve esas letritas estúpidas, pierde 10 segundos de su tiempo. Multipliqué esos diez segundos por 200 millones, y me di cuenta de que la humanidad estaba perdiendo 500 mil horas diarias por culpa de los CAPTCHA. Había que encontrar algo para que esos 10 segundos se convirtieran en tiempo de trabajo beneficioso para la humanidad”.

EN LA RED
Página oficial de Luis von Ahn: www.cs.cmu.edu/~biglou
El blog de Luis (en inglés): vonahn.blogspot.com
Sitio para acceder a los Juegos con propósito: www.gwap.com/gwap

T. Sebastián Escalón. sebastianescalon@hotmail.com
F. Joshua Franzos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Un poco creidito el chavo!!!!!