domingo, 5 de julio de 2009

Endoscopia a César Brañas




“Es una grata sorpresa. Introspecciones memorables. Frases y sentencias bastante exactas”, apunta Javier Payeras al reseñar el libro Diario de aprendices.
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César Brañas es un escritor del siglo XX que vivió y murió en el siglo XIX. Esto no es paradójico, muchos escritores se han refugiado en el anacronismo como una reacción ante el desencanto que les da el tiempo y el lugar que les ha tocado vivir.

Un poeta que, dentro de la trinchera de su sorda timidez, fue un lector agudo y un oficioso periodista cultural. Su personalidad ha generado las suspicacias y los panegíricos de las generaciones que le siguieron. Unos le subrayan como erudito y generoso.

Otros -los más radicales, acaso- lo señalan como un intelectual burgués y reaccionario. Extremos posibles únicamente desde nuestra tan guatemalteca bipolaridad, donde amar y desdeñar son nuestras mejores reverencias.

De eso que la alabanza, la desmemoria y el desprecio sean prácticas que nos resulten difíciles de erradicar del ejercicio crítico. Brañas-poeta es uno de los tantos escritores nacionales que ha permanecido dentro de la desodorizada vitrina de la crítica académica local. Autor muy poco leído, el retrato de su cara amable se mantiene colgado en la biblioteca que lleva su nombre.

Ese espacio que se cedió a la Universidad de San Carlos para que se conservara allí dentro ese capital de conocimiento que fue acumulando durante su vida. Es importante mencionar esto, pues ¿de qué otro modo pueden ser legibles los diarios de un lector?

Diarios de Aprendices (1939-1976), es una compilación del trabajo aforístico con que César Brañas fue alimentando la intención de un diario. Digo la intención, porque al leer en hilo los distintos nudos que integran este libro, uno se encuentra con un decantado ejercicio literario donde el poeta se abs-tiene de dar pie con el detalle profano y la confesión imprudente.

¿Acaso se puede ser tan cauto con la misma intimidad, se puede ser tan desconfiado de sí mismo? A cambio fija con toda lucidez sus observaciones diáfanas y epigramáticas. Se trata de una suerte de anecdotario, catálogo moral de defi-niciones, compendio poético y experimento narrativo.

Su vocación por la timidez lo hace un tanto reiterativo y avinagrado. Tomando en cuenta que se trata de un autor tan aislado de la “bulla”, aprecia en demasía todo lo que refiere a la trascendencia, por unos momentos el lector puede pillar cierta grandilocuencia mal disimulada dentro de la muy cribada textura de su prosa, siempre evanescente, ambigua, volátil.

Algunos fragmentos recuerdan demasiado a un Schopenhauer o un Nietzsche para dummies, en otras categorías más libres y más literarias resulta siendo increíblemente ameno. Esta publicación hace muy vigente y muy cercana la obra del autor antigueño, algo que no sería posible si no existiera ese otro libro inserto dentro de estos diarios reunidos, el ensayo introductorio de Alexander Sequén-Monchez.

En el prólogo El Solitario en sus Dominios Sequén-Monchez nos deletrea a ese cauto literato que durante décadas hizo de su trabajo en la redacción de El imparcial su apostolado. Una endoscopia al erudito que nunca tomó partido alguno dentro de las filas ideológicamente correctas -la izquierda burguesa y la derecha reaccionaria-, al inofensivo poeta que no tuvo el desatino de cuestionar el aparato-poder y con ello anotarse dentro de la lista de artistas desapa-recidos por la represión política gubernamental.

El estudio que antecede a los diarios le quita esa atmósfera térmica que protege al solitario y tímido Brañas. Con claridad expone ese defecto de solemnizar la cultura a través de las referencias “cultas”. La cojera que nos provoca el andar hipando frases grandilo-cuentes atribuidas a clásicos como Goethe, Amiel o Voltaire. Un trabajo lúcido y esmerado.

Este libro es una grata sorpresa. Introspecciones memorables. Frases y sentencias bastante exactas: “HABLAMOS MAL de los ricos y de los poderosos: es un servicio que les prestamos gratuitamente los pobres, los humillados y los tontos. LOS CONSAGRADOS son esos seres dichosos a quienes hay que tener admiración, respeto, temor y desconfianza.”

DIARIOS DE APRENDICES (1939-1976)CÉSAR BRAÑAS
EDICIÓN DE ALEXANDER SEQUÉN-MONCHEZ
MAGNATERRA 2009

T. Javier Payeras. jpayeras@sigloxxi.com
I. Ivan Bonilla. ibonilla@sigloxxi.com

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