domingo, 21 de junio de 2009

Utilidad social de la patraña




Eddy Roma reseña una novela de Eduardo Villagrán, cofundador del desaparecido grupo La Rial Academia.
Seguir leyendo...

Amadeo Brañas, historiógrafo, es el segundo libro publicado por Eduardo Villagrán. Fundador de la pandilla literaria La Rial Academia —que incluyera a los escritores Marco Augusto Quiroa, Marco Vinicio Mejía y Juan Antonio Canel—, Eduardo rompe con esta novela un silencio editorial de casi 20 años. La obra fue seleccionada como finalista del premio Ciudad de Badajoz (2004), convocado en España. Su obra anterior se titula En el camino andamos (1990).

La crítica social, ejercida por alguien situado al margen del éxito profesional, ubica a Amadeo Brañas, historiógrafo, en la órbita de la tradición picaresca. Me remito a los juicios de Amadeo: “Este país nació bajo el signo del Matapalo, pues desde su comienzo unos han vivido a costillas de los otros y lo seguirán haciendo hasta que el palo se termine de secar”. “Quienes viven en los países de signo Matapalo tienen la maña de estar siempre tratando de aprovecharse de los otros, porque todo el mundo se cree superior a los demás”.

La picaresca también retrata los oficios del personaje. Antes de hacerse historiógrafo, Amadeo fue trabajador en una imprenta, empleado de la Tipografía Nacional, profesor en la Escuela de Bellas Artes, columnista de prensa y redactor de horóscopos. Decide cambiar de profesión cuando se entera, o le hacen creer, que algunas de sus predicciones —patrañas, les llama él— acertaron. Escribirá las vidas de sus clientes desde un punto de vista reno-vador.

Las frustraciones personales y laborales se retratan como un mano a mano contra la adversidad, del cual saldrán triunfantes. “El trabajo de un historiógrafo es escribir el siguiente capítulo en la historia de sus clientes y no tiene ninguna responsabilidad sobre el final, ya sea salto de ángel o corazón roto”, afirma. Sin embargo, le inquieta el suicidio de su ex cliente Benigno Jícaro, muchacho procedente del oriente del país, y se preocupa ante los vaivenes en que oscila Vanesa Hinojos, joven divorciada que le causa más de un alboroto hormonal. En otras ocasiones, los clientes reaccionan de ma-nera contraria a la esperada.

Me pone en qué pensar que alguien con los dotes de Amadeo termine ocupado en otros menesteres ajenos a la creación de mundos aparte a través de la literatura. Que considere a la escritura como una patraña es casi una renuncia, una claudicación impuesta por un fracaso vital. Amadeo escribe en un medio que no le es favorable, donde se tiene que demostrar ante la familia y la consorte que no se es un fracasado. Veo que su descenso anímico refleja el despoblamiento y lumpenización del centro de la ciudad.

Entre cliente y cliente, Amadeo recuerda su etapa como columnista de prensa. Cuando debuta con el necesario arrebato juvenil, el editor de la sección cultural le recuerda que no debe criticar con rudeza al sistema. Es testigo del secuestro de uno de los reporteros, ocurrido en la mismísima sala de re-dacción. Al empezar la apertura democrática en el país, funda con otros escritores el grupo La Real Suciedad. Redactan artículos escritos en lenguaje de pueblo. Tienen el convencimiento de que a través de ellos orientarán a los lectores para que elijan una opción política más digna, contraria al robo y la mentira. Fracasan. El grupo terminaría rompiéndose, cuando tres de los integrantes aceptan la invitación a escribir en otro periódico.

Eduardo condimenta su novela con el uso de refranes y proverbios, elemento de sabiduría popular que le es caro. La narración muestra los temores y las apa-riencias que rigen la vida de miles de personas. La patraña revela su utilidad al permitir que Amadeo utilice las energías que le restan como escritor. No lo manifiesta pero me parece que le gusta sentirse una especie de pequeño Dios, capaz de corregir con un puñado de palabras las existencias de los demás. Aunque no lo pon-ga en práctica consigo mismo. Cuando terminé de leerla me pregunté si en realidad la historia comienza a partir de la última línea, y todo lo anterior era otra gran patraña.

AMADEO BRAÑAS, HISTORIÓGRAFO DE EDUARDO VILLAGRÁN. EDITORIAL PRAXIS, MÉXICO, 2009. 212 PÁGINAS.

T. Eddy Roma eddyjromaa@hotmail.com
I. Alejandro Azurdia. aazrudia@sigloxxi.com

0 comentarios: