domingo, 31 de mayo de 2009

Un libro para divertirse viéndonos





Luis Villacinda reseña con ojos de diseñador un libro que examina y refleja con imágenes la identidad chapina.
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Este es un libro que, descubro, me lleva en un viaje de vuelta a mi niñez: a las comidas, juegos, juguetes, palabras y charadas que alguna vez me acompañaron.

La publicación cumple con lo que promete su título; es una auténtica Nostalgia Guatemalteca. Las cerca de 400 páginas que le dan cuerpo a esta publicación son un catálogo que contiene y refleja la cotidianidad que construye nuestra idiosincrasia.

En la primera ojeada descubro mucho color, un formato cuadrado, cómodo para ser visto en cualquier parte (un poco más pequeño que una hoja media carta). Se nota a leguas la intención con la que fue creado: para que fuera un vehículo de consulta, de referencia.

El diseño me parece sobrio y limpio, transparente; se apoya en la utilización de una tipografía simple, sin adornos, un layout cuyo fin es posibilitar la fuerza de las fotografías y los juegos que se harán con ellas.

Sin parpadear, es a esas imágenes a las que les dedico atención. Las hay de todo tipo: estilo catálogo de productos, tipo álbum familiar, o simples ilustraciones de los conceptos o palabras que las preceden.

Al principio etiqueto rápidamente algunas fotos como sheretas (de poca calidad, chuscas). Me encuentro la imagen de una quinceañera enfundada en un vestido con más vocación de florero que de traje de gala, que acompaña la expresión ‘Sa nigua.

La palabra Chish precede la foto de una señora con un gesto que no la favorece para nada. Son imágenes alejadas de la exquisitez visual, pero a medida que avanzo en el libro me doy cuenta de que estoy equivocado. Es cierto: no son fotografías de concurso, pero indiscutiblemente representan o ilustran las frases, nombres o situaciones chapinas que aderezan a todo lo largo el libro.

Me gusta que esta publicación funcione como un compendio, mirada o resumen de la manera de ser de los guatemaltecos; me gusta que se documenten todas esas características que, como ladrillos, van construyendo nuestra identidad. Me gusta que me divierta viéndome, viéndonos. Me gusta que nos represente tal y como somos.

Disfruto del juego que se intenta con las fotografías. A ratos representan literalmente el concepto de la palabra, como el caso de Choteado, donde la mirada de una mujer se abre paso entre unas persianas, o la imagen que ilustra la palabra Chivo, en la que un peculiar papelito se asoma debajo de una falda de colegiala… Página tras página Nostalgia Guatemalteca ofrece una sorpresa visual.

Chivo, coche y jute. Aquí estas palabras pierden su significado universal para tomar otro que ha sido elaborado y validado por el colectivo imaginario de nuestro pueblo: Mira pues, si en caso no logro estudiar mucho, me saco el chivo y asunto resuelto… ¡No hombreeee, no seas coche, que si nos quedamos con 10 jugadores, seguro nos van a golear! ¡Vos!, lo que no soporto es que la María Gabriela se la pase sacando los jutes delante de todos…

Es que fíjese… ‘Sa nigua, Me regala… No hay nada que nos represente como las palabras que nos decimos. ¿Quién no ha perdido el juicio ante la tan famosa explicación de nuestro mecánico? Es que fíjese que ya casi está listo, nomás le falta una ajustadita… O Aquella frase de tan peculiar asombro: ‘Sa nigua… si hoy hasta parece que vas a recibir herencia. O aquel estribillo que es más falso que billete de a dos quetzales: Me regala un cartón de huevos y se los pago al ratito.

Buenos días su señoría… matateroterolá. Esta es mi parte favorita, la de los juegos, si ya todo el contenido me resultaba familiar, los estribillos de las canciones se me vienen inmediatamente: ¡OA!, sin moverme, sin reírme, en un pie, en una mano, torbellino… ¡La llevás!, ¡Electrizado!... Tribilín, tribilín a la bom bom chin... Chúmbala, ca-chúmbala…

Termino mi viaje. Ahora entiendo con más lucidez las sabias palabras de mi madre: “Andá a peinarte, que hasta ya te parecés al choconoy”… Suspiro, me sonrío y pienso: “¡Qué chilera les quedó esta vaina! Bien buzos los patojos. ‘Sa nigua, si los chapines somos repilas”.

T. Luis Villacinda. lvillacinda@sigloxxi.com
F. Archivo, Siglo 21.

4 comentarios:

Nancy dijo...

Pues hay que tenerlo. ¡quien se puede resistir a este encuentro? Al menos ninguno de mi generación.
Saludos

Unknown dijo...

El libro es una maravilla! Nos hace reir y llorar, nos transporta a nuestra ninez! Lo recomiendo!

Seletenango dijo...

Está increíble!, yo lo hojeé en mi chance y me mataba de la risa, será que lo venden en todas las librerías?

el VERDE !!! dijo...

Yo lo he visto en la tienda de Saúl de Oakland y en Sophos.