domingo, 17 de mayo de 2009

La gran famila del Sol

Eduardo Rubio Herrera* Ventana al cielo
Si usted presta atención al cielo nocturno notará, luego de observar durante diferentes noches, cómo hay objetos celestes que cambian de posición respecto de las estrellas fijas. Éstos son los planetas.
Seguir leyendo...
Si usted presta atención al cielo nocturno notará, luego de observar durante diferentes noches, cómo hay objetos celestes que cambian de posición respecto de las estrellas fijas. Éstos son los planetas.

Mediante una cuidadosa observación, es posible ver cómo van moviéndose en el transcurso de los días respecto de las estrellas fijas. Los planetas se localizan siempre sobre una línea celeste imaginaria —llamada eclíptica, sobre la cual ocurren los eclipses— donde desfilan nuestro Sol y la Luna a lo largo del año.

Hasta el siglo XVIII solamente se conocían 6 miembros de la familia del Sol: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. La familia comenzó a crecer cuando, una noche de marzo de 1781, el astrónomo inglés William Herschel encontró un disco tenue y débil con una coloración verdosa y que se confundía con las estrellas más débiles vistas sin telescopio.

Los resultados de su descubrimiento fueron reportados a la Sociedad Real de Inglaterra, y varios observadores comenzaron a examinar este cuerpo. Al principio se pensó que se trataba de un cometa, puesto que su movimiento no coincidía con el predicho por la gravitación universal de Newton.

Fue el matemático francés Pierre de Laplace quien encontró que su órbita era casi circular, como la de los demás planetas conocidos para entonces. Hershel, subsecuentemente, encontró 2 lunas orbitando este cuerpo en 1787, y ningún astrónomo logró confirmar la existencia de una cola cometaria. Esto confirmó el hallazgo de un nuevo planeta, Urano; prontamente el nuevo cuerpo fue incorporado a la lista de planetas del Sistema Solar.

Este descubrimiento mostró la importancia de las observaciones telescópicas a la comunidad científica. Años después, las anomalías que la órbita de Urano presentaba fueron estudiadas cuidadosamente por los astrónomos Urban Leverrier, en Francia, y John Adams, en Inglaterra. Ellos las explicaron de forma independiente, atribuyéndolas a la influencia de otro cuerpo masivo, otro planeta que nadie había visto, localizado en los confines de nuestro Sistema Solar.

Leverrier predijo la posición donde se debía hallar este misterioso objeto en el cielo y comunicó sus resultados a Johann Gottfreid Galle del observatorio de Berlín. Fue Gottfreid quien observó Neptuno por primera vez, la noche del 23 de septiembre de 1845. El descubrimiento de Neptuno es uno de los logros más grandes en la historia de la Astronomía, y es un claro ejemplo de la aplicación de la teoría en ciencia.

Ceres, el primero de unos 200 mil objetos localizados entre las órbitas de Marte y Júpiter, fue descubierto en 1801, y constituye parte de lo que se conoce como el cinturón de asteroides. En 1930 se descubrió Plutón, el primero de muchos cuerpos localizados más allá de la órbita de Neptuno y que se agrupan en un cinturón de cuerpos helados y rocosos llamado el Cinturón de Kuiper. Este cinturón está compuesto por varios miles de objetos cuyas órbitas están determinadas, en su mayoría, por la influencia gravitatoria de Neptuno y se encuentra localizado a unos 5 mil millones de km del Sol.

Observando la trayectoria de cometas, se ha propuesto la existencia de una nube gigantesca alrededor del Sol llamada Nube de Oort. Esta nube se localiza a casi un año luz de distancia de nuestro Sol y es donde se encuentran muchos de los cometas que visitan la Tierra. Más allá de la nube de Oort se encuentra el espacio intereste-lar; esta es la última frontera de nuestro Sistema Solar.

*Eduardo Rubio Herrera (Guatemala, 1978) es licenciado en Física por la Usac; estudió una maestría en Astronomía en la UNAM y actualmente cursa un doctorado en Astrofísica en la Universidad de Ámsterdam en los Países Bajos.

0 comentarios: