Carol Zardetto
Ahora está en el mundo, una vez más, vacío, desnudo y sin conocimientos. Pero no siente pena por ello, no. Siente un gran deseo de reír, de reír de sí mismo ¡y de este extraño y loco mundo!
HERMAN HESSE, SIDDHARTHA
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Quiero decirles que desde ha-ce un tiempo para acá no ha quedado piedra so-bre piedra. Los actos a-tro-pellados de mi existencia desataron todas las tormentas posibles y me quedé parado ba-jo los aguaceros con una po-bre sombrilla rosada. Me dieron espacio para hablar y ha-blé. Hablé todos los días, y con can-sancio, de mi pequeña historia trillada que se desarmaba cada día: hoy una ventana perdía una tuerca, mañana un pe-dazo de techo volaba por los ai-res. Así cayeron las puertas, las paredes y hasta el inodoro se encontró con un martillo que lo descalabró de un buen trancazo.
Sin casa y sin discurso, me ex-puse a los vientos que arras-tra-ban desiertos de arena. Com--parecí frente a mi sed, en se-vera audiencia a suplicar con la-bios flameantes una gota de agua. Vi cómo siglos de historia se dilataban y derrumbaban frente a mis pies con todos sus mo-numentos y sus ritos. No tu-ve pena de ninguno de ellos y en mis sueños los destrozaba con saña.
Bebí de ríos amargos cargados de algas que me sofocaron. Y quizá un día de aquéllos, una bri-llante pastilla blanca cruzó mi garganta para encontrarse con el bandoneón de mis nervios que silbó una letra de tan-go olorosa a pasiones clandes-ti-nas y aguardiente.
Creí en algunas sábanas blan-cas tendidas sobre muebles raídos y dejé que, como fan-tasmas, poblaran mis fantasías... Luego vi cómo estos se-ño-res de reinos infames eran destronados y salían por la puer-ta de la cocina.
Cuánto amé toda esa orquesta de ruidos profundos y rocos, de violines llorones, de gui--tarras nocturnas y dulzonas, de trompetas punzantes que me puso a bailar descalzo so-bre ti-zones en una fogata de gi-ta-nos.
Cuánto sentido intenté construir alrededor de todos mis a-fanes. Amé, por sobre todas las cosas, el diseño de mi vida que imaginé hecho de eternidad, para luego verlo desmoronarse y quedar desarmado como un pu-ñado de arena. Mientras lloraba con nostalgia por tanta des---trucción, no podía escuchar el crujir con el que se abrían las alas de mi libertad desconocida.
Señores y señoras, estoy aquí ante ustedes para revelarles un atisbo de verdad, antes de reiniciar mi eterno viaje: to-do esto es un sueño de embriaguez, una pantomima, un tinglado, con su millón de marionetas de cachetes colorados y pelo de lana.
Estoy frente a ustedes para con-tarles lo incontable. Con-ven-cerlos de que, al final, cada minúscula partícula del todo im-porta y luego afirmar que absolutamente nada importa.
*Este es el último capítulo de El discurso del lo-co, Cuentos del Tarot, el li-bro más reciente de Carol Zardetto (Premio Mario Monteforte Toledo 2004). La escritora presentará el libro, publicado por F&G Editores, durante su participación en el 11o. Festival de literatura internacional de Montreal Me-tro-polis bleu, del 22 al 26 de abril.
domingo, 19 de abril de 2009
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