El grupo metalero más legendario de Guatemala sobrevive, como escribe Oswaldo J. Hernández, gracias a su columna vertebral: el músico Roberto González.
La estática es total en el ambiente, en todos los rincones sucede esa vibración provocada por el zumbido de los amplificadores a alto volumen que, conectados a los tomacorrientes de 120 voltios y a las guitarras eléctricas por un cable, permanecen impacientes por hacer las mayores estridencias que les sean posibles. Lo que significa: reventar el lugar con puros decibelios. Seguir leyendo.
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