domingo, 21 de marzo de 2010

No se dice...

CÉSAR BRAÑAS




No vio Ópalo Losada cómo, al ella entrar, las cosas testigos de su doliente triunfo, se animaban lautamente, se alegraban de luces rubias, sensibles. No vio nada, sino su tristeza.
El amado la esperaba rendido de ansia. Su mirada alucinada envolvió a la mujer como la mirada sangrienta de un hondo horno de rojas llamaradas. Los pasos de Ópalo levantaban un leve miedo, del mosaico modernista del pavimento. En una mesilla, la esperaban las flores predilectas, el tibio vino, las frescas fresas golosas, los bizcochos que trascendían fino aroma. Y el amado la esperaba con su belleza viril, con su elegancia múltiple, con su amor de embriagueces locas.


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