Santiago Gamboa
Al llegar al aeropuerto, en lugar de registrar la maleta e irme a beber un vaso de ginebra al bar, me vi atrapado en una larga e incómoda fila de viajeros. Los controles de seguridad eran infinitos, hubo que responder decenas de preguntas y someter el equipaje a sofisticadas detecciones con líquidos y algodón húmedo, todo en un ambiente hostil, con soldados armados de metralletas y pinta de estar nerviosos, tomándose el asunto muy en serio. Seguir leyendo...
domingo, 28 de febrero de 2010
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