domingo, 29 de noviembre de 2009

Ventanas al universo (IV)

Eduardo Rubio * Ventana al cielo
Desde tiempos de Galileo hasta principios del siglo pasado, el estudio del Universo estaba limitado a las observaciones hechas a través de telescopios. Con las ondas de radio sucede la segunda gran aventura de descubrimiento en astronomía.
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Hacia 1933 K. Jansky descubrió por accidente que era posible detectar ondas de radio procedentes del centro de nuestra Galaxia. G. Reber confirmó este descubrimiento y hacia finales de los años 50, varias universidades alrededor del mundo comenzaron la construcción de grandes radio telescopios, con la finalidad de detectar las diáfanas ondas de radio provenientes del espacio exterior.

Sabemos que muchos objetos de nuestro Universo emiten ondas de radio. Nuestro Sol, Júpiter y los otros planetas gaseosos emiten ondas de radio. Una de las fuentes más poderosas de radio es el centro de nuestra Galaxia, una región llamada Sagitario A, la cual contiene un agujero negro enorme que se encuentra bastante lejos de nosotros.

Dentro de nuestra Galaxia hay muchos objetos que emiten ondas de radio. Los remanentes de supernovas, lugares que marcan el cataclísmico final de estrellas masivas, emiten grandes cantidades de ondas de radio. Estos objetos como la nube llamada Casiopea A, son bastante brillantes. Algunas de estas nebulosas, como la del Cangrejo contienen en su centro el núcleo colapsado de la estrella girando velozmente 30 veces cada segundo, y emitiendo pulsos de radiación que pueden ser detectados en radio, óptico, rayos X y rayos gamma inclusive: me refiero a los púlsares.

Estos objetos emiten pulsos de radio de manera regular, cada vez que rotan sobre su eje de la misma manera que un faro nos iluminaría cada vez que apunta hacia nosotros. Estos pulsos podrían ser tan brillantes que permitirían en principio la detección de púlsares muy lejanos localizados en otras galaxias.

Por otro lado, estudiando el hidrógeno neutro que compone nuestra galaxia con radiotelescopios, fue posible establecer que la forma de nuestra Galaxia es la de una con brazos espirales. También, estudiando las ondas de radio que provienen de las nubes moleculares ha sido posible establecer la existencia de aminoácidos y otras moléculas esenciales para la vida. Por otro lado, cuando poderosos radiotelescopios fueron apuntados a las galaxias distantes, una nueva gama de objetos fue develada.

¡Las galaxias localizadas alrededor de la nuestra emiten ondas de radio! Y más sorprendente aún: Galaxias muy distantes emiten cantidades enormes de ondas de radio (radio-galaxias). Algunos objetos de este tipo pa-recen estrellas normales cuando se ven con un telescopio óptico, y esto llevó a los astrónomos a acuñar el término quásar (del inglés quasi-stellar-radio-source).

Los cuásares se localizan entre los objetos más distantes conocidos. Emiten en casi todas las longitudes de onda al igual que las radio-galaxias, sus núcleos albergan gigan-tescos agujeros negros y presentan jets de materia enormes. Las radio-galaxias y los cuásares son el mismo tipo de objeto, un agujero negro supermasivo visto desde diferen-tes perspectivas.

A través de las ondas de radio es posible detectar también el eco de la gran explosión que creó el Universo. Esta radiación proviene de todas las direcciones y se originó cuando el Universo tenía unos 400 mil años. Radiotelescopios gigantescos están siendo construidos para estudiar muchos de los fenómenos aquí descritos.

En Los Países Bajos el LOFAR permitirá estudiar ondas de radio largas (120 cm), mientras que en el hemisferio sur se planea construir el SKA, un radiotelescopio que permitirá el estudio de ondas más cortas (21 cm).

*Eduardo Rubio Herrera es Licenciado en Física por la Usac y cursa un doctorado en Astrofísica en la Universidad de Ámsterdam.

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