“Un emigrante excepcional”

Jaime Barrios Peña | Psicólogo y escritor
Jaime Barrios escribe acerca de un guatemalteco a quien las fronteras nunca detuvieron para aportar como académico, psicólogo, filósofo y diplomático.
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“Mi papá fue una especie de Hidalgo. Vivió en muchos países y fue altruista... un emigrante excepcional”, escribe Jaime Barrios Carrillo desde Estocolmo, la capital de Suecia. Usualmente, Barrios destina este espacio para dar a conocer a los guatemaltecos que en vida, en diferentes campos, han cosechado éxitos fuera de Guatemala. Académicos, profesionales, artistas y empresarios han desfilado por este espacio desde abril. En esta oportunidad escribe acerca de su padre: el doctor Jaime Barrios Peña, quien falleció el pasado 31 de octubre. Además de su faceta en las letras, Barrios Peña también destacó como psicólogo, académico, diplomático y filósofo.

El padre de Jaime nació el 20 de agosto de 1921, “en una época en que el campo y la ciudad todavía tenían límites difusos: tranvías jalados por burros, carretas de bueyes, algunos cientos de automóviles y el humo de dos o tres fábricas a lo lejos. La flamante capital de Guatemala con sus complejos de metrópoli y los rasgos de aldea”, relata su hijo, quien es el autor de Tragaluz, columna dominical que se publica en este diario.

Al graduarse de maestro, indica Jaime, su papá comenzó a trabajar en la Escuela Normal (en la cual estudió) y participó activamente en las gestas revolucionarias de 1944, cuando los normalistas desempeñaron un papel iniciador de lo que se convirtió después en la Revolución del 20 de Octubre.

Durante la llamada Primavera Democrática obtuvo una beca para estudiar en México, donde culminó la carrera de Doctor en Filosofía y Maestro en Psicología (fue Cum Laude) en la Universidad Autónoma de México (Unam) en la cual también dio cátedra. Al volver a Guatemala fue nombrado director del Reformatorio o cárcel de menores y fue pionero al aplicar métodos de rehabilitación. Su experiencia en ese centro se recoge en la publicación Trasgresión y reedu-cación.

También fundó el Instituto Criminológico de Guatemala y fue cofundador de la Liga de Higiene Mental de Guatemala. Fue su primer presidente y la biblio-teca del lugar lleva su nombre. Junto al arquitecto Roberto Aycinena, fue fundador de la Facultad de Arquitectura de la Usac. El contacto con artistas de la plástica se refleja en su libro Herederos del espíritu de Kukullkán.

Como filósofo impulsó su propia doctrina, la antropocinética, la cual combina las diversas disciplinas que dominaba: psicología, psicoanálisis, filosofía, antropología y estética. Publicó una trilogía sobre la misma.

“Mi padre alcanzó a escribir más de 20 libros y docenas de artículos durante su larga y productiva vida de 88 años. Fue un hombre de muchas facetas: humanista, diplomático, psicólogo, psicoanalista experto en Lacan, gran orador, crítico de arte. Catedrático de la Usac, Unam, Universidad de Bogotá y Nacional de Colombia. Sus años en Suecia los dedicó, entre otras actividades, al trabajo de reactivación de personas de la tercera edad. Él quedó huérfano a los 12 años y esta tragedia temprana marcó, sin duda, su vida. Desde entonces tuvo una comprensión superlativa del dolor y desarrolló una enorme capacidad de empatía, que se cristalizó después en su labor como terapeuta y como pedagogo”, señala el hijo de este polifacético guatemalteco, quien es filósofo y antropólogo.

Un gran cerebro guatemalteco dejó de funcionar el pasado 31 de octubre en Estocolmo, refiere Jaime. Pero la capacidad intelectual de su padre no es lo único que cesó. “También dejó de palpitar un gran corazón; porque mi padre fue un hombre afable, cortés, buen amigo y para mí, sobre todo, fue un gran padre, al cual con orgullo y profundo sentimiento digo ahora adiós”.

T. Jaime Barrios Carrillo. jbarrios@sigloxxi.com F. Tornjörn Mellberg.