domingo, 14 de junio de 2009

“No soy amigo de las palabras”

Fernando Scheel
Es cantante, tecladista, productor y compositor. Jorge Sierra conversa con el músico sobre su nuevo proyecto, el cual lo reviste de imágenes y de nuevas sonoridades.
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A base de sintetizadores, ahora forja una música poco convencional, imaginaria, refrescante, estimulante, algunas veces con pleno sosiego, otras a pulsante ritmo urbano.

Además, melódica por los cuatro costados. En otras palabras, pone a prueba esa relación entre el sonido, el silencio y el arte de escuchar.

Esta semana el tecladista, compositor, productor y cantante guatemalteco Fernando Scheel y su grupo Eterum inician un proyecto acariciado desde hace cuatro años, que se materializa en el disco El sueño de la laguna, el cual explora otras estéticas sonoras de clara vocación ecológica e inspirada en la Laguna de Lachuá, al norte de Alta Verapaz.

Lo que llama la atención con esta nueva placa es que Scheel parece reinventarse. Muy al inicio había sido roquero, luego incursionó en la balada pop, línea en la que grabó su disco Entre sábanas y risas (1997), con el cual quizá no despertó grandes expectativas, pero aún así pudo darse a conocer.

Los años posteriores los dedicó más a producir a otros artistas (incluidos extranjeros) y en diversos géneros. Ahora lo suyo es una música instrumental por ratos y cantada por otros, que une el new age con el pop vampirizado por la electrónica. “Cuando empecé a hacer este trabajo de Eterum y compuse las primeras melodías eran solo instrumentales. Cuando tuve el gusto de conocer a María Elisa y escuché lo lindo de su voz, se acopló al proyecto como un nuevo instrumento”, comienza hablando Scheel.

Lenguaje propio
El disco encierra arcanos y novedades. Una es la aparición de un lenguaje oral inédito, silábico y por sobre todo sonoro. Más pareciera ser una antiletra. Scheel lo explica así: “Surgió en la segunda fase del proyecto ya con María Elisa. Sucedió que desde las primeras melodías necesitaba expresar más, entonces dije: ‘Hay que hacer letras’, pero me di cuenta de que con el idioma materno no lograba expresar lo que quería, porque para mí la letra de una canción debe interpretar el sentimiento que la música produce. Hoy sé en definitiva, en cuanto a expresión, que las palabras se quedan muy atrás de lo musical”.

A partir de ello, el compositor descubrió que podía utilizar el recurso de casi toda su vida artística, desarrollado en forma automática: cantar palabras ininteligibles, una jerigonza personal que luego escribió. Así nace un habla que se escucha en canciones como, La feshi core miere, Tute eterno, Incanto, Sen samor y en otras que el disco no registra como Termentruso.

Según Scheel, “es superrico porque es un lenguaje que expresa sentimientos y emociones. No en el sentido literal de la palabra como decir: ‘Te amo, te extraño’. Es un complemento súper cuando se utiliza para la música de Eterum. Ya es el lenguaje de Eterum”, afirma.

Paralelo a esto, en su cabeza borboteaban otras ideas y sueños tenaces. Recientemente dispuso incorporar otro de sus inventos, que él se apresura a decir que más bien es una innovación, se trata de la batería guatemalteca.

Esta nueva herramienta sonora la construye sólo con elementos de percusión de la música tradicional guatemalteca; es tocada sólo por una sola persona de la misma forma que la batería convencional. Este modelo incluye tambores, tortugas, el tun, palo de lluvia y una cortina de conchas.

Scheel amplía así esa introducción: “Acá ya es el concepto de aprovechar las cuatro extremidades del batería al mismo tiempo. Hay un diseño de por medio, no fue hecho a la brava. La batería es desarmable, de madera toda. Presenta algo único a partir de artefactos o instrumentos que ya existían. Está diseñada para intervenir en otros proyectos que espero realizar más adelante. También tengo ya en mente otros instrumentos que voy a construir a partir de la idea convencional. Es como una evolución del folclor popular”. El próximo viernes por la noche se presentará por primera vez.

Sus cómplices de hoy
La manera de traducir tanta novedad y entusiasmo es que Scheel parece encontrarse en plena forma creadora, como compositor y como músico. “Este disco es uno de mis bebés consentidos”, reconoce.

Y en parte quizá sea por el gozo de contar con la complicidad de compañeros que él certifica así: “Quiero resaltar la importancia que tiene la voz de María Elisa en el proyecto, que posee un timbre único. Y luego, la incorporación del batería William Girón (Radio Viejo). A la vez que me acompaña, ha sido un impulso especial para seguir adelante. Él ha creído en el proyecto y ha sido constante en eso”.

Como se ve, para el cantante y tecladista esta placa ha sido hecha hasta cierto punto dentro de una atmósfera agradable, “me siento totalmente libre y supercómodo”, asegura. Es tanto el confort que al final de algunos ensayos aún tiene el talante y el vigor para decirles a sus compañeros: “Bueno. ¡Hagamos otra!”.

E igual reconoce que: “lo siento fluido, lo disfruto, lo hago hasta con sonrisa. Aunque siempre he sido espontáneo sea en lo pop o en lo electrónico. Pero cuando llego a la parte de la letra es donde...”, y se detiene para encontrar la palabra adecuada. Le apresuramos preguntándole, ¿dónde sufre mucho? “No es que lo sufra”, responde, “pero es que estoy convencido de que la letra de las canciones debe ser la traducción de un sentimiento que muchas veces siento que me quedo corto. Y eso sí me topa un poco. Creo que soy un poco enemigo de las palabras. No enemigo pero siento que la música es suficiente para transmitir un mensaje”, asegura.

Una música por ratos sin palabras, pero cuyo manto sonoro pareciera trenzar imágenes. “Hay temas que cuando los oigo, ya no como intérprete sino como oyente, siento que me cuentan una historia. Lo bonito es que cada persona interpreta su historia. Es como un detonante para remover un sentimiento que le hace pensar algo de su vida”, afirma.

El cantante pop
Podría pensarse que Scheel, con esta nueva entrega discográfica, hace un cambio drástico en su labor autoral. Pero ¿dónde deja parqueada su carrera de cantante baladista? “No está parqueada porque sigue existiendo.

No soy de: ‘Hoy se volvió pop’, no. De hecho, para fines de año espero lanzar un disco recopilatorio de mis cuatro discos, añadiéndole nuevas canciones. Soy bien claro que no hago ningún giro, sólo presento otra parte de mí, que es tan válida, que tiene el mismo valor como el pop, el rock que hago. Con el otro proyecto que produzco Canto Natura, que es música de relajación, por ejemplo; allí voy a desahogar esas melodías tranquilas, para que así Eterum se exprese con más fuerza. Eso me deja más espacio para que Eterum sea más poderoso”, explica.

Entra la curiosidad de conocer su postura hacia la música clásica, en cierta manera la antítesis de lo que hace. El compositor admite: “El género me encanta. Yo por mi rebeldía creativa tuve un poco de problema cuando estudié formalmente música clásica. Pero si se analiza toda la música de Eterum, ésta tiene elementos de la música clásica. Sin la música clásica yo no hubiera podido hacer esto. En lo global no se puede decir que es música clásica, ni por lejos, pero sí posee elementos armónicos y esa línea crea-tiva que sigue la erudita”.

Difícil hablar
En estas nuevas andanzas es fácil creer que Scheel recibe influencias de alguien o de algunos. A lo que se apresura a decir: “Es una pregunta complicada”.

Se le insiste de nuevo y se le pregunta por qué: “Porque cuando me dicen nombres me bloqueo. Yo más bien he sido influenciado más por canciones que por compositores. Claro si se me habla de la música de los ochenta puedo asegurar que me encantan Thompson Twins, Simple Minds, Tears for Fears, Duran Duran, pero por mi papá también escuché música clásica. Y como mi padre siempre meditó, siempre hubo de por medio música de meditación. Además el rock siempre me encantó”. Datos todos que inducen a sacar conclusiones propias.

Puede ser que Scheel se dilató en lanzar este nuevo disco. Pero hay que considerar su constante actividad como productor para otros artistas, ejerce además de docente y realiza proyectos como el creado el año pasado para la empresa mexicana Liverpool, para la que tuvo que escribir varias canciones para un personaje infantil, utilizadas después para un show que se montó en 75 ciudades de México, y con el que se produjo un disco que adjuntó un libro de cuentos, y de paso provocó descargas vía Internet por casi 200 mil usuarios. Sea como fuere logró cumplir El sueño de la laguna, una grabación que se antoja original, sugestiva, atemporal e irresistible, a sabiendas de antemano que no tendrá el éxito comercial que se podría creer.

SCHEEL, EL PROFESOR
Cuando niño, Fernando Scheel tuvo serios problemas para seguir los cánones de la enseñanza musical en Guatemala. Eso le hizo alejarse de la música clásica. Su batalla, dice, no fue contra la música sino contra el sistema de enseñanza. Eso lo llevó a continuar su formación en forma autodidacta. Hoy, es profesor de la escuela artística del Museo Miraflores, donde ha puesto en marcha su método personal de enseñanza.

“Ahora estoy convencido de que existen modelos eficientes para enseñarles música clásica a los niños. Si el joven no valora la música clásica, no es culpa de él. Esa es responsabilidad de nosotros los adultos, o lo correcto sería decir: ‘Nosotros como adultos tenemos la responsabilidad de ofrecer los elementos que contribuyan a que el niño descubra la música clásica’. Está probado que la enseñanza tradicional no da elementos suficientes para descubrirla”.

FERNANDO SCHEEL Y EL GRUPO ETERUM PRESENTAN EL SUEÑO DE LA LAGUNA EL VIERNES 19 DE JUNIO, A LAS 8 P.M. EN EL TEATRO DE CÁMARA DEL CENTRO CULTURAL MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS. ADMISIÓN: Q70.

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