Al conversar con una coreógrafa que entiende las dinámicas de la danza contemporánea Oswaldo J. Hernández descubre diversidad de connotaciones filosóficas sobre el cuerpo y el movimiento.
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El lugar: el campus de la Universidad Rafael Landívar. Pregunto a un guardia de seguridad por la ubicación del Instituto de Danza e Investigación del Movimiento.
El guardia hace un gesto fruncido —una gran arruga en todo el rostro—; él regresa una pregunta como a modo de no haber escuchado del todo bien: “¿Cómo dice joven?”. Seguir leyendo.
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